Cada 8 de noviembre en varias ciudades de Bolivia se realiza este ritual, el cual está arraigado en profundas creencias ancestrales insertas en la filosofía de la cultura andina. Es una celebración que moviliza cientos de personas en los cementerios y que luego se traspasa a las calles o a locales privados para vivir una fiesta en honor a las calaveras.
Desde la época prehispánica el mes de noviembre en la cultura andina estaba dedicado a los muertos, a quienes desenterraban de sus bóvedas llamadas “Pucullos” para vestirles con sus mejores prendas y darles abundantes bebidas y comidas, además de hojas de coca y cigarrillos, luego lo llevaban en andas por las calles de los pueblos donde vivían. Al final los volvían a enterrar en sus Pucullos, estas acciones estaban prohibidas por la iglesia por considerarlas herejes y porque estaban en contraposición a los preceptos de la religión cristiana, porque consideraban un sacrilegio desenterrar a personas fallecidas o conservar sus calaveras. Esta práctica de devoción a los muertos data desde antes de la llegada de los colonizadores a la región andina; en países como Chile, Perú y Bolivia, en donde desarrollan un ritual con las cabezas de las personas fallecidas, a las que denominan cariñosamente Ñatitas.
Una costumbre que a partir de la década del ’90 fue expuesta públicamente por quienes la practican y desde entonces ya nadie tiene temor de profesar este culto a los muertos, al contrario, con el tiempo este ritual va desarrollándose con mayor naturalidad, cobrando más fuerza y ganando más adeptos.
En la actualidad en la ciudad de La Paz, de la misma manera que en poblados y ciudades del Altiplano, se lleva a cabo la festividad del Culto a las Ñatitas, es decir las «Calaveras», que es una celebración en su homenaje con grandes prestes y convites (bailes y consumo abundante de comidas y bebidas). La celebración se da cada 8 de noviembre, en las octavas del Día de los Difuntos, ese día, las Ñatitas pasan del ámbito privado al público, adueñándose del espacio de los cementerios y sus alrededores, siendo veneradas y agasajadas con rituales.
La festividad radica en rendirles culto a estas calaveras en agradecimiento a los favores recibidos, ya que se considera que las mismas conservan el poder inmaterial del espíritu, transformándose en objetos sagrados para quienes profesan y siguen esta creencia. A las Ñatitas se les pide por trabajo, amor, protección, progreso y negocios, sin embargo, se dice que algunos (muy pocos) las utilizan con fines maliciosos.
Para esta cultura, la muerte es entendida como una fuerza regeneradora de la naturaleza, es una energía que puede brindar poderes y utilidad a los seres humanos. Por esto el culto a los muertos para los pueblos andinos fue eje fundamental de sus pensamientos, la muerte no era considerada la culminación total del ser, sino que se la consideraba como el inicio de un ciclo en otro plano, en otro de los mundos. Luego de 500 años y a pesar de que esta práctica fuera prohibida por la iglesia, la misma continúa desarrollándose con normalidad y ha adquirido más vigencia que nunca.
Los poseedores de una Ñatita, días antes de la celebración, las preparan, sacándolas de sus urnas para hacerles una limpieza y llevarlas el 8 de noviembre al cementerio, un acto que realizan con suma devoción y esmero. Allí los dueños de las Ñatitas las hacían bendecir y les «hacían escuchar misa» como sucedía en la capilla del cementerio paceño, una costumbre que se dejó de realizar en el 2008 por disposición del Arzobispo de La Paz quien prohibió las misas por considerar que iban en contraposición con la Fe católica. Actualmente en el Cementerio General de La Paz, la capilla es abierta para que los creyentes hagan bendecir con agua a sus Ñatitas.
Posteriormente las exponen en el lugar para que la gente le lleve sus ofrendas tales como pétalos de flores, coronas de flores, hojas de coca, cigarrillos y otros elementos como chulos, sombreros, anteojos y hasta serenatas en agradecimiento a sus pedidos cumplidos. Es tal la devoción que algunos poseedores de cráneos les hacen colocar hasta dentaduras, y en algunos casos dependiendo del poder adquisitivo de los dueños les hacen realizar piezas dentarias de oro.
Algunas son veneradas solamente para el 8 de noviembre, son aquellos cráneos de muertos olvidados, los que se desentierran para esta fecha, mientras que las que pertenecen a un dueño en particular, la veneración es permanente ya que son colocadas en urnas, cajas de cartón o madera y puestas en un altar dentro de la casa. Se dice que en estos casos se les debe prender velas, poner flores y compartir coca y alcohol todos los lunes, para mantenerlas satisfechas y evitar su ira a fin de recibir sus favores. Durante esa jornada una multitud llega hasta el Cementerio General de La Paz para compartir con las Ñatitas, las que son recibidas fervorosamente por miles de protagonistas, desconocidos entre sí, que no tienen un vínculo directo con los poseedores de las «Calaveras». Como dentro del cementerio está prohibido el consumo de bebidas alcohólicas se les ofrece flores, velas, hojas de coca y cigarrillos, además de darles dulces, alcohol y agua para tomar como si fueran personas vivas.
Es común durante la jornada de la Fiesta de las Ñatitas escuchar de los dueños de las mismas, «no sabe lo milagroso o milagrosa que es»,(ya que las mismas reciben nombres de hombre o mujer); mientras alrededor de estos cráneos, cientos de personas anónimas que no tienen una relación directa con los dueños pugnan por permanecer, al menos, por una ínfima porción de tiempo, frente a las Ñatitas para realizar sus peticiones y ofrecerles pétalos o coronas de flores como señal de devoción, es un mínimo instante de conexión entre los cráneos y sus devotos. Es una imagen repetitiva a lo largo del día, no sólo en el cementerio sino en las calles, en donde los dueños de las Ñatitas son interceptados constantemente por las personas que se acercan a colocar alguna corona, cigarrillos o coca y hacer sus pedidos, algunos de los cuales son escritos y son colocados en las urnas, o cajas al lado de los cráneos. Otros les depositan velas, los vendedores ambulantes sobre todo aquellos que ofrecen dulces, le ofrendan lo que venden, como una petición de progreso y abundancia para su negocio.
Al retirarse del campo santo los devotos de las Ñatitas desarrollan los prestes en plena vía pública, (plazas, parques, canchas y calles) agasajándolas con música y abundante cerveza (que también es compartida entre todos los fieles), además de hojas de coca y cigarrillos. En otros casos los festejos se trasladan a salones de fiesta donde se realiza el convite con muchos invitados, abundante comida y bebida. Pero como toda celebración fundamentada en rituales ancestrales, éste rito también tiene un protocolo, porque no es que apenas salen del cementerio dan rienda suelta a un jolgorio generalizado, desbordando las calles desatando una desaforada fiesta pública. Al contrario, todo es realizado con mucho respeto no solo hacia las Ñatitas sino entre los actores del festejo, en el lugar de encuentro se continúa rindiéndoles culto, encendiéndoles velas, dándoles cerveza y depositándoles las mismas ofrendas que les ofrecieron en el cementerio.
Los músicos contratados para agasajar a las Ñatitas se movilizan entre los pequeños espacios que ocupan las familias para realizar su festejo. Ejecutando en un principio música mortuoria, de responso, para posteriormente interpretar cuecas y huayños y comenzar con la alegría y la danza frente a las Ñatitas por parte de los dueños e invitados. En las plazas y veredas de los alrededores al cementerio coexisten al mismo tiempo las diversas celebraciones de los diferentes dueños de Ñatitas y su grupo de invitados de una manera respetuosa.
Esta singular celebración se da porque, según sus creencias, los cráneos están vinculados al mundo ancestral, al bienestar, a la abundancia económica, a las relaciones de amor y a la fertilidad de las personas y a la producción agrícola, a ellos también se les pide el equilibrio de las lluvias para una buena cosecha.
Los pedidos se hacen con mucha Fe y de corazón y «si algo se les promete se les tiene que cumplir», porque como dicen sus devotos, «sino se enojan». A todas, sus dueños les ponen un nombre, y cuando estos no pueden continuar con la tarea de cuidarlas y rendirles culto permanente, ya sea por tener un trabajo en el cual deben trasladarse de un lugar a otro o por otras razones particulares, las traspasan a otro familiar que pueda cumplir con el ritual.
Cómo se consiguen las Ñatitas
Existen Ñatitas llamadas «chullpas», que son cráneos que han pertenecido a pobladores antiguos que datan de la época en la cual los difuntos eran enterrados sentados, y que han sido encontrados en distintos sitios, como en las ruinas de Sajama en Oruro, por ejemplo. Dicen que las «chullpas» son sumamente poderosas, dada su antigüedad y que son el complemento perfecto de los «yatiris» por su sabiduría. Su magnificencia se la vincula al haber vivido en el pasado y conocer el poder de los Dioses, una virtud que los muertos recientes no poseen. Conseguirlas demanda el riesgo de perder la vida en el intento, ya que al estar enterradas desde hace siglos contienen una gran cantidad de gases tóxicos, además en el pensamiento colectivo de la gente existe la creencia de que las calaveras que se encuentran en los «Chullpares’ están hambrientas». Por eso quien quiera hacerse con una de ellas debe realizar una serie de rituales antes de poseerlas.
Una de las maneras de conseguir una Ñatita, sin tantos riesgos, es comprándolas a personas que se dedican a la venta de cráneos, otra es por parentesco, en este caso los familiares de un difunto esperan una cierta cantidad de años, hasta el momento en el cual termina el alquiler del nicho, y en donde las opciones son trasladarlo a otro lugar del cementerio o cremar sus restos.
Muchas son las personas que eligen llevarse a sus casas la «Calavera» de ese familiar (abuelos, padre, madre, tíos) para pedir protección y ayuda para la familia; iniciando el ritual que será transmitido de generación en generación. Otros las consiguen porque les son regaladas por alguna familia que poseía una, pero que ha dejado de recibir los favores de la Ñatita, quien ha comenzado a provocar enfermedades a sus poseedores o que los negocios no salgan acordes a lo esperado. Estas situaciones suponen que la Ñatita no está conforme o no ha sido bien atendida, en estos casos deben cederla a otros familiares, amistades o vecinos, que le den las atenciones pertinentes.
En todos los casos poseer una Ñatita otorga un poder inusual para conseguir el bienestar deseado, pero ese poder no es inherente a su dueño, sino que es propio de la Calavera, por consiguiente, sus poseedores deben cumplir con total devoción y fervor los compromisos y mandatos de este ritual, sumergiéndose de pleno en el «Culto a los Muertos».
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