Epicentro de cientos de puestos de venta y miles de visitantes, es una de las ferias más grandes de Bolivia y de Latinoamérica. Este particular comercio se desarrolla todos los jueves y domingos en la ciudad de El Alto.
La Feria 16 de Julio es uno de esos mercados latinoamericanos en donde el cotidiano trajín, durante los días que funciona este gran comercio, lo marca ese incesante e interminable ir y venir de la gente por medio de los puestos de venta. Puestos que ofrecen desde ropa nueva hasta usada, herramientas, perfumes originales e imitaciones, cremas, autopartes de vehículos, incluso automóviles de todos los modelos, comidas, hierbas medicinales, televisores y electrodomésticos del siglo pasado y de última generación en tecnología, radios, teléfonos celulares, entre otros tantos objetos. En esta feria se puede encontrar lo que se imagine y hasta lo inimaginable, con la particularidad de que en cualquiera de los casos los precios resultan increíbles.
Miles de personas se acercan a comprar lo que necesitan o para aprovechar alguna oferta, por lo que para hacerlo los consumidores deben concurrir temprano, aunque la innumerable cantidad de puestos distribuidos en toda la extensión de la feria —mide más de treinta cuadras- hacen imposible deambular por todos para comparar precios y calidad. La Feria se desarrolla todos los jueves y domingos y concentra a cientos de comerciantes que copan la amplia avenida que se encuentra al final de la Línea Roja del Teleférico y a pocos metros de la Línea Azul, que se encuentra en el límite entre la ciudad de El Alto y la ciudad de La Paz.
El ensordecedor y continuo vocifero de las ofertas expuestas a viva voz por los comerciantes se entremezclan creando un ruido confuso casi inentendible; el cual en muchos lugares es superado por los alto parlantes desde donde se reproducen las grabaciones de las ofertas. Grabaciones que son continuas, repetitivas y extenuantes para los oídos de los visitantes, lo que deja al silencio en un espacio inexistente dentro del contexto de la feria. Para adquirir un producto a buen precio y de buena calidad se debe caminar, observar detenidamente, analizar lo que se está por comprar, porque al consultar el precio, el mismo, parece ser de fantasía, casi irreal, una verdadera ganga. Por ejemplo, una campera talle XL, deportiva, de las denominada rompe viento, cuesta tan solo 50 pesos bolivianos, 6 pares de media a 10 pesos bolivianos, un perfume de primera marca internacional a 15 pesos bolivianos, un desodorante Axe a 10 bolivianos. Son precios realmente sorprendentes que no se pueden conseguir en otro lugar de Bolivia y mucho menos en Argentina.
En esta Feria el visitante no sabe qué comprar porque a la vasta multiplicidad de artículos comercializados se le suma la gran variedad de ofertas que no solo resultan tentadoras, sino que son inverosímiles. Caminando tranquilamente y recorriendo minuciosamente cada puesto de venta se puede obtener una diversidad de productos, desde tarugos para un automotor hasta camastros de plástico, desde repuestos de vehículos hasta ropa usada por 5 pesos bolivianos; por lo cual hay que tomarse el tiempo necesario para hacerlo dejando al reloj en un segundo plano.
Hay productos impensables que se pueden encontrar en una feria de estas características; como, por ejemplo, chocolate suelto, lo llamativo es donde es transportado este producto para su venta por las mujeres que lo comercializan, ya que utilizan una carretilla cuya funcionalidad es la de un puesto móvil, con el cual se pasean por toda la feria ofreciendo este articulo comestible a todos los transeúntes.
Es tan extensa la variedad de cosas que se entremezclan desde los remedios como pomadas para lesiones, resfríos y compuestos naturales a base de hierbas; con comestibles como frutas y papas andinas; quedando un espacio también para aquellos artículos susceptibles a la vanidad humana como objetos de plata, alpaca, oro, joyas, autos y camionetas. El divertimento tampoco es dejado de lado en la feria ya que los niños pueden gozar de una vuelta de karting alrededor de un circuito, mediante el pago de un módico alquiler, o refrescarse del cálido clima del mediodía disfrutando de un helado que cuesta, tan solo, 1 peso boliviano.
Existen otras particularidades dentro de la feria que tienen que ver con costumbres adquiridas y transmitidas de generación en generación como las de las señoras; que mientras atienden al público continúan con su puisca hilando, haciéndola girar de forma permanente sin perder ni por un segundo el dominio del hilado, una acción que es como la feria misma, increíble.
Los puntos menos atractivos de la feria se dan por un lado en las carpas de venta de comidas, en donde no es recomendable almorzar porque se preocupan solo en vender la comida y no en la atención que dispensan al comensal. Por otro lado, una situación particular se produce en los puestos de sorteos de productos, en los cuales muy pocas veces hay ganadores de ese azar, por lo cual quienes participan terminan enojándose.
Sin dudas la Feria 16 de Julio se asemeja al mercado persa de épocas antiguas; en donde confluyen la diversidad de objetos para comprar, el informal comercio de la oferta y la demanda, dado por la competitividad de una gran cantidad de puestos de venta; y el singular interactuar de los vendedores con compradores de diferentes nacionalidades, que deja expuesto parte de su identidad, amalgama de su origen campesino con su actualidad urbana.
- Raro
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