Desde fines de la década del ´80 esta localidad jujeña fue precursora en crear un espacio para que los niños también fueran partícipes de esta festividad cultural que moviliza multitudes. Con los años esta iniciativa fue imitada por otros pueblos de la Quebrada de Humahuaca.
Como todos los años, desde hace poco menos de 40, los niños siguen la tradición de sus padres y lo hacen conforme a lo que han aprendido de ellos, desentierran al Diablo en su mojón, y posteriormente, cuando esta fiesta llega a su fin, queman y entierran al Diablo hasta el próximo Carnaval. La fiesta central es el día jueves, antes del inicio del Carnaval Chico o de Tentación, y un día después del Miércoles de Cenizas, en donde Maimará se transforma en el espacio ideal para el festejo del Carnaval, pero de los niños.
Una tradición que comenzó a finales de la década de los ‘80 del siglo pasado, cuando por inquietud de doña Amanda Méndez de Espinoza nació la Agrupación Los Calaveritas, una extensión de la Agrupación Maimareña Casastchok. Una iniciativa que doña Amanda empezó a gestar al observar que los niños, principalmente sus hijos, querían participar del Carnaval, ya que hasta entonces únicamente acompañaban a sus padres a las diferentes comparsas maimareñas. Leonardo Espinoza, uno de los hijos de doña Amanda, recuerda que, “En el ‘87 salen por primera vez Los Calaveritas, el mojón era en mi casa, debajo del molle, mi mamá fue la de la idea para que los chicos también tengan su Carnaval, se diviertan sanamente, siempre pensando que son los hijitos del Casastchok”. De esa manera comenzó a tomar forma la que sería la primera comparsa infantil de Maimará, la cual fue creciendo con la participación de familiares, amigos y conocidos, que comenzaron a traer a sus hijos para que disfrutaran del Carnaval tal cual lo hacían los grandes.
Por otra parte, algunos vecinos también recuerdan con añoranza que en la época de los inicios de la democracia, luego de la dictadura militar, los niños del barrio Villazón, entre juegos armaron una pequeña comparsa que no tenía nombre. En un palo ataban una tela, se colocaban hojas de sauce en las orejas como si fuera albahaca y en cercanías del lugar conocido como el callejón de Zorrilla, bailaban y cantaban, imitando lo que veían de sus padres durante el Carnaval. Todos eran niños de entre diez a doce años de edad, entre los que se encontraban hijos de los fundadores de la Comparsa Avenida de Mayo; Coca y Farfán, acompañados de otros de apellido Quispe, Orihuela, Cazón, Toconás, entre otros.
Todos esos juegos tuvieron su eco para que poco tiempo después surgiera la primera comparsa de los niños bajo el nombre de Los Calaveritas, para que, posteriormente con el correr de los años se unieran a esta iniciativa otras agrupaciones y las comparsas más antiguas del lugar, como Los Ácidos con Los Patitos, (que lamentablemente solo estuvieron algunos años), la Avenida de Mayo con Los Rejitas y la Cerro Negro con Los Pek’’s. Esta determinación de crear un espacio exclusivo en el cual los niños también fueran partícipes y protagonistas de esta fiesta cultural tan importante se fue extendiendo por muchos pueblos de la Quebrada de Humahuaca dando comienzo a las comparsas de los niños.
Por eso todos los años, los niños esperan su momento, y , con muchisima alegría bailan y cantan como los grandes, se tiran talco y espuma, aunque muchos no dejan de lado sus juegos cotidianos. De esta manera el Carnaval tiene presente y futuro y lo que comenzó como un juego se transformó en realidad. Una realidad en la que sin lugar a dudas, Maimará ha sido la cuna del Carnaval de los niños, que tiene el mismo grado de importancia que el de los grandes porque marca esa transmisión cultural que mantiene viva las tradiciones y la cultura de los pueblos.
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