Mentalidad aventurera, corazón y fe, las tres condiciones necesarias para conquistar la cumbre del mítico y místico Cerro Chañi de Jujuy

El cerro Chañi con sus 5.896 msnm, es la montaña más alta de la provincia de Jujuy, también conocido por Nevado de Chañi, pertenece a la cadena montañosa de la Cordillera Oriental de los Andes, además de ser parte de la serranía homónima que sirve de punto limítrofe con la provincia de Salta.

Su altura y la extremidad de las condiciones climáticas, sobre todo en épocas de nevada, lo han convertido en un desafío permanente para los andinistas que buscan aventura extrema y adrenalina pura. Es por eso que el cerro Chañi, ha sido visitado por expertos andinistas y aficionados al montañismo de todas partes del mundo. Ya en 1904, Federico Reichert, considerado padre del andinismo argentino, dirigió la primera escalada al mítico cerro.

Pero este imponente “Coloso Jujeño”, no solo transciende por su magnificencia natural, sino que, además, dentro de su dimensión atesora el valor cultural de antiguas civilizaciones que habitaron el lugar. Una hipótesis afirmada en el hallazgo realizado durante una expedición al lugar en 1905, en donde se encontró una momia infantil junto a su ajuar, el cual estaba compuesto por, un peine de caña, dos ponchos (uno rojo y otro arena), dos fajas de colores, una bolsa tejida y recubierta con plumas que contenía hojas de coca, dos pares de sandalias u ojotas, entre otros pequeños objetos.

La momia y todo su ajuar fueron extraídos de la cumbre del cerro y fueron llevados al Museo Etnográfico de Buenos Aires, en donde permanece como testimonio del patrimonio ancestral perteneciente a las civilizaciones que habitaron cerca de la Cordillera de los Andes.

Este hallazgo fundamenta que los primeros escaladores del místico cerro Chañi fueron habitantes de las comunidades originarias que habitaron la región, y que lo hicieron en base a un sentido ceremonial, consagrando la cúspide del cerro, como un santuario sagrado dedicado a la espiritualidad.

Es por eso que al cerro Chañi, su majestuosidad natural, que ha atraído a cientos de andinistas lo han convertido en un mítico lugar, mientras que su historia, por ser el sitio elegido para la unión o el contacto del alma con la divinidad le otorgan además una cuota de misticismo.

Refugio Flor de Pupuza, una conmovedora historia de perseverancia 

Armando Chuichuy es oriundo de la localidad de El Moreno, es guía, gran parte de su infancia la vivió en la zona del cerro Chañi, en donde sus antepasados forjaron sus vidas, tal cual lo expresó acotando que “ellos han sido nacidos en el pie del Chañi, en el campamento que está ahora”. A una altura de 4200 metros, con la magnífica postal del Chañi a su alrededor transcurrió su niñez, de la cual recuerda que “vivía ahí porque mi mamá tenía ovejas, cabras, llamas”.

Tal vez esa cercanía constante con el “Coloso Jujeño” y su relación con montañistas a la edad de doce años, que “llegaban de diferentes lugares, extranjeros, de acá de Argentina que me pedían que hiciera un refugio”; determinaron que, al crecer, Armando decidiera ser guía de turismo y construir un refugio para los osados expedicionarios que llegan al lugar.

Una determinación que, para sus padres, era el sueño de un “loco”, porque como le había dicho su mamá, era “una idea tan tonta la de hacer un refugio y que no venga gente y que iba a estar cerrado, botado, así que me rechazaron mi propuesta”, comentó Armando.

Sentencias que hicieron dudar un poco a Armando porque “en ese momento el Chañi, no era explotado, no era conocido por el mundo, no estaba promocionado, entraban veinte a treinta personas al año”. Dudas que lo llevaron a pensar, “que no podía hacer un refugio”, pero la insistencia de los pocos andinistas aventureros que llegaban al lugar, que le decían, “si vos llegás a hacer un refugio de montaña, va a empezar a venir más gente y capaz que puedas vivir de esto”, lo motivaron a comenzar con el trabajoso emprendimiento.

Un emprendimiento que le llevó “como dos años construirlo”, poniendo “ladrillo por ladrillo”, un trabajo que Armando desarrollaba solo “en el tiempo de vacaciones de la escuela”. Pero su dedicación y constancia hicieron que hoy en día, el refugio sea una realidad, un “sueño cumplido”, como lo indicó Armando. “Hoy ya está el refugio y me siento contento y orgulloso de lo que tengo”, acotó, y no es para menos porque el refugio tiene una historia muy inspiradora, es un sueño de la infancia que con el tiempo pudo cumplir. Y que actualmente es el “lugar obligado en donde los andinistas tienen que hacer parte de su aclimatación en la altura”.

El sueño cumplido de Armando se llama “Refugio Flor de Pupuza”, el cual “hoy en día está equipado con doce camas, son seis cuchetas, está con muebles y tiene una parte para la cocina, también se le puso la luz solar. Todos los años tratamos de sumar más cosas, ahora estoy con la idea de hacerle un baño con más comodidad para la gente, para que se puedan bañar, además de hacer llegar el agua porque es un lugar donde no hay agua”.

Los tiempos de escalada

En la actualidad Armando Chuichuy es guía local del Chañi, actividad que desarrolla de manera temporal durante las temporadas para andinismo, que van, “entre marzo y abril, y en octubre y noviembre, que son las mejores épocas para escalar la montaña”. Explicando que “octubre y noviembre es una temporada en la que el clima acá es más cálido, no necesitás mucho equipo técnico para ascender al Chañi”, aclarando que no asciende, “en enero y febrero porque es un tiempo en donde llueve mucho en esta zona y las tormentas eléctricas son muy riesgosas para la gente”.

En cambio, “en marzo y en abril es donde ya no llueve y es donde el Chañi tiene más nieve, es una temporada más técnica en donde se necesita más equipo de montaña, de escalada, es el presupuesto más caro para venir al Chañi”. Una situación que se da porque se tiene que contar con “la bota doble, que es para montaña, piquetas, sogas, arneses, casco, más la ropa de abrigo que tiene que ser térmica”, entre otros, todo equipo adecuado para brindar seguridad y poder soportar las temperaturas extremadamente bajas que se dan cuando el Chañi está cubierto por la nevada. “Hay gente que le gusta más la nieve, y vienen al Chañi por eso, la gente que tiene para pagar el presupuesto y traerse el equipo viene en los meses de marzo y abril, pero a la gente que no le alcanza el presupuesto para venir con el Chañi nevado viene en octubre y en noviembre; porque ya es una temporada en donde el Chañi no tiene nieve y no se necesita tanto abrigo ni el equipo”, indicó Armando.

El Chañi tiene dos refugios, el primero se llama Flor de Pupuza, ubicado en el paraje Casa Mocha a los 4200 metros, el segundo refugio está casi a los 5.000 metros y se llama Jefatura de los Diablos, y es el último lugar de descanso y aclimatación para emprender la embestida final hacia la cumbre.

Pero la aclimatación para ascender al “Coloso Jujeño”, de acuerdo a lo que recomienda Armando, comienza desde que se llega al pueblo de Purmamarca, en donde se puede hacer, “una noche ahí, otra noche en El Moreno, y una o dos noches en el primer refugio y la última en el segundo refugio y ya ahí hacer la cumbre”. No hacer ese tiempo de aclimatación significaría, como bien lo señaló, que “el Chañi te dé la bofetada y te agarre el dolor de cabeza, el mal de altura”, además sería “un tiempo perdido y un gasto perdido”, así que para cumplir el objetivo de llegar a la cumbre del Chañi, “lo tenés que hacer respetando los días de aclimatación”. Un tiempo de aclimatación que es fundamental, “para la gente que viene de Buenos Aires o del sur del país o que están más cerca del mar, esa gente tiene que tener mucha aclimatación de cinco a seis días”, en cambio, “para la gente que vive en Jujuy o en Salta, casi no se necesita ese tiempo de aclimatación porque ya están en altura”, argumentó.

La esencia cultural presente en la aventura

“A mí me gusta que la gente se vaya contenta, atenderlos bien, brindarles todas las comodidades y mostrarle más que nada la cultura”, manifestó Armando Chuichuy. Por tal motivo es que aparte del circuito guiado, se hace “el ritual a la Pachamama y un ritual de agradecimiento al Tata Inti para que nos cuide en todo el trayecto de la excursión, en eso siempre hemos sido respetuosos con la montaña”. Rituales que realiza, “a las siete de la mañana cuando viene llegando el sol, en ese momento se hace la ceremonia a la Pachamama y a la vez el pedido de permiso a la montaña, pidiendo que el Tata Chañi, abra las puertas para que nos deje llegar a la cumbre”. También al llegar a la cima, “hacemos una ceremonia de agradecimiento a la Madre Pachamama por habernos permitido llegar”.

Para Armando el respeto a sus Apus, “espíritu de la montaña”, es primordial por la gran importancia ceremonial que reviste a lo largo de los siglos, ya que, «esta montaña es sagrada, un altar incaico en la cumbre del Chañi, allí en 1905 se encontró la primera momia del país en una montaña, y además se hallaron diversos restos arqueológicos», apuntó. Por lo cual aseguró, “hay que subirla con respeto y sin dudas, porque hay gente que viene y dice no sé si voy a llegar, o si me enfermo o voy a estar mal, si estás con dudas el Chañi directamente te baja”. Enfatizando que “al Chañi se viene con la mente, con el corazón y con fe en llegar”.

Para quienes deseen contactarse con Armando Chuichuy para realizar esta experiencia única y motivadora, pueden hacerlo a través de su página de Facebook: https://www.facebook.com/armando.chuichuy

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