En El Moreno, una localidad distante a unos 80 kilómetros de Purmamarca, el turista puede interactuar con la gente del lugar y de zonas aledañas, aprendiendo técnicas ancestrales de tejido, siembra, cosecha, elaboración de quesos y comidas típicas.
La provincia de Jujuy tiene un cúmulo de riquezas culturales tan amplia y singular como la particular belleza que compone su extenso territorio. Con una diversidad de realidades tan distintas entre una región y otra y entre quienes las habitan, evidenciada, por ejemplo, en la jurisdicción de Purmamarca que posee una extensa región representada por dos biomas tan dispares como lo son la Quebrada y la Puna. Esta última zona de paisajes agrestes y de clima complejo posee pequeños poblados diseminados y separados entre sí por una distancia de entre 5 a 8 kilómetros aproximadamente. Pero que se conservan unidos por la idiosincrasia de vida de sus habitantes, los recursos que utilizan para la subsistencia en ese lugar, y en donde cada festividad de la región es un vínculo que intensifica esa unión.
Un territorio con poblados como El Moreno, El Angosto, Cerro Bayo, Canchayoc, El Palomar, San José del Chañi, entre otros, los que, en su gran mayoría están enmarcados en un paisaje representado en una vegetación de tolas, yaretas, cortaderas y otros pequeños arbustos de escasa altura que son una muestra de la dureza del clima. Y que poseen, además, un intrincado laberinto de senderos al costado de la carretera de tierra, que solo los “baqueanos” de la zona pueden transitar, ya que, como comentó Oscar Tolaba, Comisionado Municipal de Purmamarca y conocedor gracias a su padre de todos los atajos entre estos poblados, adentrarse en esos senderos sin conocer hacia donde van, “sería arriesgarse a quedarse varados en medio de la nada”.
Lugares que, a pesar de la desolada inmensidad, la lejanía, la complejidad del clima, tienen un valor preponderante, que es la riqueza ancestral intangible heredada a través de las generaciones y que aún se mantiene intacta. Riqueza que se refleja en las técnicas y el conocimiento ancestral de la siembra y la cosecha, de la elaboración de quesos, del proceso de hilado de las fibras de llama y oveja para el posterior tejido de prendas artesanales, algunas hechas a mano y otras en telar. Valores que representan la “Cultura Viva” de la región y que pueden ser adquiridas por los turistas a través de una experiencia única, el Turismo Rural Comunitario.
Turismo Rural en la jurisdicción de El Moreno (Purmamarca)
Diego Liquin, oriundo de la localidad de El Moreno y referente del Turismo Rural Comunitario, dijo que este proyecto “se viene trabajando desde el 2016 más o menos”, el cual apunta a ser un factor de desarrollo para la región. Sobre todo, para que los jóvenes de la zona no migren a otro lugar debido a la falta de trabajo. La oferta turística consiste en ofrecer a los turistas “circuitos para recorrer dentro del sector de la jurisdicción de El Moreno, como Arenales, Paseo Pochorro, Pueblo Tur y por supuesto el mayor atractivo que es el ascenso al Cerro Chañi”. Los primeros facilitarían la “aclimatación” a este clima hostil como es el de la Puna, con temperaturas tan variables entre un momento y otro del día y por supuesto, la altura, principal enemiga de cualquier foráneo.
El incentivo del turismo rural comunitario es que “el turista venga y conviva con las familias de aquí del pueblo, de todo el sector y vean cómo viven y se queden dos o tres días”. Es un emprendimiento pensado para ofrecerle a los turistas paquetes turísticos que incluyen las tareas que la gente de la zona desarrolla diariamente. Como participar de “un taller en el Centro de Atención Turística con las mujeres artesanas y ver técnicas ancestrales de hilado, tejido a mano y en telar”.
También tareas de campo que incluyen la agricultura y la ganadería, la primera actividad se hace en temporadas breves, “ya sea en el tiempo de siembra o en el tiempo de cosecha”. Al respecto Diego explicó que el calendario agrícola comienza “en agosto” con la “preparación de la tierra y la siembra de habas, arvejas, remolachas, rabanitos y después verdura en hoja que sería, acelga, lechuga y cebolla”. Para cosechar posteriormente “desde setiembre en adelante”, finalizando “en marzo-abril”, con la cosecha de “las habas” y “las papas andinas”, de las cuáles mencionó, “tenemos muchas variedades”.
En cuanto a la ganadería contó que las actividades van desde “cómo hacer un queso, cuál es el proceso y hasta pastar los animales”. Todas actividades que involucran “un contacto directo con las familias, con la naturaleza. Con esto el turista no solo ve el paisaje, sino que ve la parte teórica de las cosas, además se lleva la práctica y van aprendiendo de todas las vivencias de las familias”.
Además, en El Moreno existen cuatro hospedajes familiares para albergar a los turistas, mientras que los servicios de desayuno, almuerzo, merienda y cena se sirven en el Centro de Atención Turística acondicionado para tal fin. Allí los turistas podrán degustar, y si se animan, preparar las comidas típicas como “la chanfaina, las empanadas locales, el Chilcán, que es una comida típica hecha con maíz y también bebidas como la ulpada, hecha con maíz tostado, que es muy rica, y varias comidas más que se hacen”.
Estos legados ancestrales han quedado marcados a través de generaciones y ahora forman parte de la subsistencia y del progreso para mejorar la calidad de vida de quienes aún viven en este difícil territorio. Prácticas, como las de los tejidos, que mantienen su esencia, tal cual lo refirió Don Crisanto Liquín, artesano de la comunidad de El Angosto, quien junto a su familia se dedican a realizar “todo tipo de telares”. Una actividad que han “trabajado desde siempre y vivimos de eso”, y la cual desarrollan de acuerdo a lo aprendido desde “niños”. Ellos confeccionan distintos tipos de tejidos, los que tienen un “proceso hasta llegar al producto final”, que comienza con el “mismido” de la lana, luego el teñido y posteriormente el tejido. Con el “mismido”, se consigue “el hilo medio grueso que es para las alfombras, tapices, peleros para usar en el piso y frazadas de distintas medidas. Mi esposa a veces trabaja con hilo doble, para hacer pullovers, guantes, gorros, el hilo lo hace con la puiska, ella me ayuda con el hilo en el mismido, todos los días ella se va con las ovejas y va mismiando, esa es su vida de ella”.
También el teñido de la lana tiene su proceso referenciado en la sabiduría ancestral, porque tal cual lo manifestó Don Liquín, “son enseñanzas de años que ahora tienen el mismo sistema”. Aún hoy utilizan, “la yerba con el “suncho” (tola verde) que eso sale el tono verde, después la cebolla que da un amarillo fuerte, y la tola vaca para el amarillo”, además de, “los mordientes que son el alumbre, la sal, el vinagre, el limón o jabón” y que actúan como “fijador” para que “no se destiña la lana y también para que el color salga más claro o más oscuro”. El teñido es un proceso que guarda sus secretos, los que han sido transmitidos a través de esas enseñanzas ancestrales, como el del “secado de la planta”. Asó lo refirió Don Crisanto mencionando que “si seca en sombra da un color, si se seca al sol da otro. En sombra lo hace más fluorescente, más ardiente, uno lo mira y lo ve como si estuviera brillando, nada que ver con la que se seca al sol porque pierde ese brillo”. Un proceso que es muy “costoso”, que lleva “mucho tiempo”, porque “para hacer una frazada sale en quince días para hacer el trabajo de una sola persona”.
Estas enseñanzas aprendidas desde niños se van afianzando y perfeccionando como dijo Don Crisanto con la “práctica”. Una práctica que le ha permitido la apertura a nuevos mercados comerciales, porque como mencionó “las alfombras las entrego a Australia, entrego en Buenos Aires y de ahí la mandan allá”. Además, Don Liquín es integrante del grupo Manos Unidas de El Moreno perteneciente a la Red Puna, una pertenencia que ha ido modificando ciertos aspectos del tejido artesanal para acercarse a los estándares actuales de comercialización. Porque como explicó “uno está acostumbrado a hacer un trabajo rústico y hoy no es así, es un trabajo clasificado, bien seleccionado, la lana seleccionada para venta al negocio, de un color particular y todo con pedidos”. Es por eso que “el grupo aprendió bien a teñir, pero antes era como para botar todo al comienzo, también ahora todos trabajamos con plantillas, con moldes, todo tiene que ser la misma medida, si es mediano todo mediano, si es grande todo grande, si es chico todo chico. En la Red todos trabajamos para el stock y se vende a través de los encargos, para nosotros es beneficioso pertenecer a la Red porque tenemos adónde vender”.
Un recurso que les ha permitido a los artesanos incrementar su economía, ya que como comentó Don Crisanto Liquín “aquí la gente vive de la agricultura familiar y de la ganadería y el que es artesano saca una ganancia extra, tiene con qué comprarse algo, un vehículo, una moto, sigue haciendo su casa mejor, es una ayuda inmensa porque mejora la calidad de vida de su familia”.
El Turismo Rural Comunitario es una experiencia interactiva invaluable en una convivencia cercana con quienes viven en estos sitios tan alejados de toda urbanización moderna. Y que nos muestra, el cómo y el por qué, a pesar de la hostilidad del clima y del territorio, han logrado perdurar y subsistir en el lugar a través del tiempo.
Desde Purmamarca hasta El Moreno existe una distancia de 80 kilómetros, se debe transitar por la ruta N°52 hasta la intersección de la ruta N°79 (ex ruta 40) a la altura del kilómetro 45, girar a la izquierda y avanzar unos 15 kilómetros en donde hay un cartel que está sobre mano izquierda que indica el camino hacia la Comunidad de El Moreno.
Para mayor información dirigirse a la Comisión Municipal de Purmamarca.
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