Una celebración que se extiende en distintos puntos de la provincia de Jujuy, y cuyo común denominador, es la Fe, acompañada de la alegría que se expone durante la fiesta central que es el 14 de setiembre; en donde el sonido de las bandas y el colorido de los trajes de los bailarines le dan un matiz especial a este festejo religioso.
La veneración dura todo el mes de setiembre, pero comienza mucho antes, desde julio con el rezo de la novena durante los días viernes, dependiendo del calendario, para así completar los nueve rezos antes del día central de celebración, que es el 14 de setiembre. En la mañana de ese día en los distintos pueblos de la Quebrada, pasantes y devotos, se disponen a salir de sus casas llevando sus imágenes del Señor de Quillacas, rumbo a las capillas e iglesias para participar de la misa en su honor, acompañados de bandas de música, bailarines y los tradicionales estandartes y arcos. Como ocurrió en Humahuaca, en donde, por los protocolos de bioseguridad vigentes en la provincia, la misa central se trasladó al Complejo Juvenil Nuestra Señora de la Candelaria. Allí los devotos participaron de la homilía y posteriormente lo hicieron de la procesión, para terminar en alguna casa o salón en donde se llevaba a cabo la fiesta en honor al Señor de Quillacas.
Entre esos tantos devotos que poblaron por un instante las calles de Humahuaca, nos encontramos con Juan Salas, quien desde hace algo más de “20 años” venera al Señor de Quillacas. Una veneración, que es, como dijo, “una transmisión familiar”, otro común denominador que enmarca esta devoción, y que en su caso se da por sus padres, Don Leonardo Salas y Doña Benita Colque de Salas. “Mi papá, que falleció el año pasado, era muy devoto y yo también iba a la par de él, por eso, con mis hermanos lo seguimos venerando al Señor de Quillacas como corresponde”, aludió, y agregó que “nosotros tenemos una casa de encuentros, que es la casa de mi mamá, ahí es donde se reza la novena y ahí se hace la fiesta”.
Allí, en la casa de su mamá, está dispuesto, en una de las habitaciones, el altar en donde se encuentran las imágenes del Señor de Quillacas, muchas de ellas pertenecientes a la familia, otras como comentó Juan son de, “vecinos que por ahí vienen y dejan las imágenes del Señor de Quillacas y a veces no lo llevan, hay muchos cuadros que los tenemos y los seguimos conservando. Hay vecinos que comparten la devoción con nosotros y vienen y dejan su cuadro o imagen acá”. De hecho, la devoción familiar hacia el Señor de Quillacas comenzó, tal cual recordó Juan, con “una primera imagen de una urna que nos habían dado”, que había pertenecido a, “una vecina que falleció y los hijos ya no le rezaban, entonces nos dieron, ahí nosotros le empezamos a rezar, y quedó con nosotros. Después trajimos otra urna y cuadros, a los dos años trajimos otra imagen más grande y después en los otros años que fuimos a Quillacas, ya trajimos más cuadritos”, así se consolidó la veneración que ellos profesan al Señor de Quillacas.
Además, la casa de su mamá, es el lugar de oratorio de muchos “vecinos, amigos, conocidos o gente que no son conocidos que se acercan, no hay problema porque las puertas están abiertas para toda la gente. Pueden ir rezar y pedir lo que necesiten al Señor de Quillacas”, pero más allá del pedido individual existe una súplica comunitaria que abarca a “toda la gente que necesita, que está mal de salud, también por muchos chicos que pasan hambre, por las familias que necesitan, por todos ellos también pedimos”, algo que resume la esencia de esta expresión religiosa.
Para Juan y su familia, como para muchos pobladores de las regiones de la Quebrada y la Puna, la devoción al Señor de Quillacas no tiene parámetros, será por eso que “es uno de los santos que tiene más devoción en todo el Norte jujeño”. Y muestra de ello fue la multitud de devotos que se vieron durante la celebración central, por ejemplo, en la ciudad de Humahuaca. Muchos de ellos, en años anteriores, han sido partícipes de esta fiesta que se celebra cada 14 de setiembre en Quillacas. Como Juan, que relató que estar en Quillacas para esta fecha es, “una experiencia muy linda, una emoción que el Señor de Quillacas mismo te hace llegar allá a Bolivia, ahora no se puede por la pandemia, porque si no, nosotros todos los años vamos, y en estos momentos estaríamos allá en la misa central”. Una frase que encierra una clara demostración de añoranza y esperanza para que, “cuando se solucione el tema de la pandemia”, puedan “volver otra vez, estamos ya casi 20 años llevando al Señorcito de Quillacas, porque todos los años es como que el santo te pide que vayas, te da para que vayas, entonces uno se va con la Fe, con la devoción que uno tiene”.
En Quillacas, “van muchos argentinos de todos lados” indicó Juan Salas, en donde confluyen con “la gente boliviana, peruana y de otros lugares”, que comulgan la misma devoción, la misma expresión de Fe. Y en donde se celebra, “una fiesta muy grande y muy linda, y también diferente porque cada uno tiene su diferente tradición. La parte boliviana tiene sus comunidades, entonces cada comunidad lleva bailarines, llevan sikus, llevan bandas, todo con la expresión que ellos tienen en cada comunidad. Los peruanos tienen la misma forma de celebrar, así que hay tradiciones de Perú y Bolivia”. Mientras que la similitud en Humahuaca, “tiene como una réplica de Bolivia, de bailar saya, tinku, porque el Señorcito de Quillacas es de allá, entonces para representar, nosotros representamos con lo que es Bolivia”, refirió.
Esa música junto a la alegría son el matiz especial en toda la jornada de la celebración de esta festividad al Señor de Quillacas, el santo milagroso que es honrado de esta manera por cientos de fieles devotos en las regiones de la Quebrada y de la Puna. Y que es justamente el 14 de setiembre, el día en el cual, más promesantes se acercan a pedir sus bendiciones.
Para Juan y su familia, como sucederá en cientos de familia, realizar todas las actividades referentes a esta celebración tiene un orden prioritario en sus vidas, es por eso que Juan, programa sus vacaciones, “siempre para setiembre”. Como un reflejo de ese compromiso ineludible al que no puede faltar, y que este año tuvo un hecho anecdótico, el cual nos relató diciendo que “yo trabajo en Mendoza y hasta último momento no sabía si podía venir. Pero a último momento me entró una plata, que no sé de qué, cayó de sorpresa, y le dije a mi señora, es como que el Señorcito de Quillacas quiso que nosotros vengamos y estuviéramos para hacer la fiesta”, así que “sobre la hora agarramos las cosas y nos vinimos”. “Es como todo santo, el que tiene Fe lo hace con mucho cariño y mucho amor, y cada santo al que le tiene devoción le da lo que uno quiere”, inclusive en su forma de referirse al santo, Juan muestra ese amor que la gente tiene por estos lugares, con cada Santo, Patrono o Virgen a los que le profesan su Fe incondicional.
Como toda festividad asociada al hermano país de Bolivia, la simbología está presente, la cual se ve demostrada en el armado de los Arcos, que son en definitiva como explicó Juan, “una expresión de lo que uno pide para que no le falte”. En los arcos pueden verse objetos en miniaturas que representan el deseo de cada uno, “algunos colocan autos, otros ponen sikus porque uno tiene una Banda de música y le piden al Señor de Quillacas para que lo ayude, o ponen ollitas para que no le falte la comida del día, otros ponen animalitos para que se reproduzca su hacienda, se van armando, según las intenciones de uno mismo”, es por eso que “hay diferentes tipos de arcos según la expresión de cada uno, de la gente lo que necesita”. Los devotos le piden dinero, salud y bienes materiales, que por lo pronto son adquiridos en miniaturas, y lo que le piden, aseguran, se cumple. Generalmente son los mismos arcos todos los años, pero, “si alguno quiere ofrendar otro arco ya lo realiza y lo tiene que armar todo completo. Los arcos también tienen adornos para que sea llamativo y es una forma de mostrar la devoción haciendo un arco más adornado, más bonito para el Señor de Quillacas” completó Juan.
Pero no solo se arman arcos, sino también cargamentos de plata en automóviles, que es otra parte de la tradición de pasantes e invitados y que consiste en “vehículos cubiertos con mantas de aguayo, de donde cuelgan peluches, y tienen prendidos billetes. Es la devoción que muestran porque el Señor de Quillacas le dio el vehículo, lo agradecen con un cargamento, que es lo que le están ofreciendo dándoles las gracias al Señorcito de Quillacas”. Porque como manifestó, “el Señor de Quillacas le da fuerzas para que pueda trabajar, para que llegue al logro de comprarse algo, como un vehículo o lo que le haga falta”. En muchos casos, aguayos y peluches cargados de dinero son obsequiados también a los pasantes, esos regalos en dinero son además un anticipo de que “volverán” el próximo año para la fiesta.
Luego de la procesión todos los pasantes y devotos se dirigen al lugar de encuentro, ya sea un salón o una casa familiar, en donde se desarrollará la fiesta en honor al Señor de Quillacas. Para la fiesta se prepara, “un compartir con los invitados que tenemos, que es un almuerzo comunitario, de picante de pollo tradicional de acá de Humahuaca – con papas, chuño y arroz- y una sopa de maní con papas fritas. Nosotros todo lo que es comida y bebidas es todo familiar, lo obsequiamos a la gente que nos visita, es todo invitación de la familia, los gastos lo cubrimos entre toda la familia, por ahí, entre la familia dicen, yo voy a poner una cosa y el otro pone otra cosa, entonces lo hacemos así”, contó Juan. En otros casos, en donde se comparte el Señor de Quillacas entre varias familias, los pasantes de cada año, son los que corren con todos los gastos que demanda la fiesta, como parte de su promesa.
Antes de almorzar se realiza la Chayada de los Arcos, una tradición que se realiza, “cuando llegamos a la casa, ingresamos, hacemos una oración y chayamos con bebida al costado los arcos”. Una ceremonia que se repite también en los convites, que son las fiestas con gran cantidad de invitados, algo que hasta el año pasado por la pandemia se había dejado de hacer, pero este año debido a la alentadora y controlada situación que vive la provincia de Jujuy en materia sanitaria, han comenzado a realizarse nuevamente. Antes de ingresar a la fiesta, cada uno de los invitados chaya con bebida los arcos, para que, “los deseos de quienes los armaron se cumplan”. Pero también hay una antigua tradición que se ha ido perdiendo en ciertos lugares, es la chaya que se hacía durante la celebración central de los objetos en miniaturas que los devotos llevaban envueltos en un aguayo, como símbolo de la riqueza que querían obtener. Solían llevar miniaturas de autos, casas, ambulancias, objetos que representaban el deseo que tenían, ya sea para adquirir un bien material o un trabajo.
Otro de los ceremoniales que se llevan a cabo particularmente en algunos convites, es que después de que los invitados han chayado los arcos y ya están dispuestos a ingresar al salón donde se desarrolla la fiesta, deben pasar por la mesa de ingreso. Allí se le sirven 7 medidas de distintos licores que deben tomar “seco”, o sea de un solo trago, “una bebida espirituosa”, que hace que cada invitado que ingresa, “sea purificado de malos deseos y pensamientos” y disfrute de la fiesta en total armonía con los demás presentes. En cambio, en las fiestas del ámbito familiar por lo general no tienen esta costumbre, allí a los invitados después de ingresar, se les sirve solo una medida de algún licor.
Después del almuerzo, Juan contó que “lo que sigue, es hacer la Mesa de Once, que serían de licores”. “Preparamos la mesa con lo que nosotros como familia vamos a tomar, por eso ponemos seis licores nada más, en otras fiestas del Señor de Quillacas, en donde hay mucha gente, colocan más licores, colocan masitas, nosotros hicimos una torta para el Señor de Quillacas porque es como si fuera su cumpleaños, entonces le ofrecemos una torta, esa torta se comparte con todos los invitados”, comentó. Y explicó que la Mesa de Once consiste en dar, “en una bandejita y en vasitos chiquititos una medida para que tomen y hagan salud con el Señor de Quillacas. De rodillas ante el altar, pasan de a dos y cada uno tiene su plato con los seis vasitos de licores, se arrodillan, se les sirve y con cada vasito hacen salud con el Señor de Quillacas. Siempre se pasa de a dos, nunca se pasa de a uno, esta es una tradición de años. Cuando queda uno solo que falte pasar, en ese caso uno de los que ya pasó y quiere repetir lo acompaña. Después de hacer salud con el Señor de Quillacas se les da una porción de torta”. Para luego seguir compartiendo de la fiesta, amenizada por la música y el baile, hasta la hora que “se quede la gente, a veces seis o siete de la tarde”.
En las grandes fiestas o convites, en donde varias familias de un mismo pueblo o de un mismo lugar, comparten la imagen del Señor de Quillacas, durante el festejo se realiza el famoso Tipaku, que es el prendido de billetes con alfileres, por parte de los invitados, en la parte delantera de las prendas de vestir de los pasantes de la fiesta. También antes de partir la torta, los aspirantes a nuevos pasantes se disponen alrededor de la torta para tirar la cinta, como se hace en los casamientos o en los cumpleaños de quince, y el que saca la cruz, es el bendecido por el Señor de Quillacas de ser el nuevo pasante para el año siguiente. En otros casos se prepara una mesa con cajitas, en donde, en una de ellas se encuentra la cruz que determina al próximo pasante.
Otro de los distintivos de esta celebración son las “multas”, que se dan por acciones, que quienes participan realizan inconscientemente o por desconocimiento, como ser, “cruzar los pies, o al ingresar no dirigirse con el característico saludo de, buenas tardes o buenas noches compañero o compañera, o no rezar al Señor de Quillacas apenas se ingrese a la casa, o no hacer la oración de bendición por la comida que se va a compartir”, entre otras tantas; que muchos, seguramente, aprenderán con el compartir de los años. Los “multados” pagan su “multa”, como nos manifestó Don Ricardo Colque, “con una bebida que se toma “seco” y que son licores, como café al coñac, licor de huevo, licor de menta, y vino blanco y tinto”.
Luego de la fiesta central del 14 de setiembre, los devotos continúan brindando oraciones y prendiendo velas hasta fines de setiembre, período en el cual, entre el 27 y 28 de setiembre, ya se desatan, “los arcos y se los guarda para el año que viene, con todas las miniaturas, para el año siguiente atarlo de vuelta porque cada cosita va en una sola bolsa, entonces para el año nosotros desatamos esa bolsa y sabemos de cuál arco es”. Después de desatar los arcos, Juan indicó que “al Señor de Quillacas lo tapamos por tres meses, como para que descanse, lo sacamos de su altar y lo trasladamos a otro lugar de la casa y después de tres meses, ya volvemos a rezarle y prendemos velas todos los viernes”. Hasta que, en uno de esos tantos viernes, vuelva a comenzar otra vez el rezo de la novena, presagiando el comienzo de una nueva manifestación de alegría, veneración y Fe absolutas hacia el Señor de Quillacas.
El origen de la Fe
El Señor de Quillacas es un santo que tiene su origen de devoción, justamente en Quillacas, una localidad ubicada en la Provincia Eduardo Abaroa del Departamento de Oruro en Bolivia, en donde, según cuentan, una vez, “un comerciante argentino de mulas y caballos, junto a sus ayudantes, pasaba por las tierras de Quillacas, donde decidió descansar y compartir con los lugareños. Al despertar, vio que su ganado mular había desaparecido.
Desesperado, recorrió por los alrededores sin poder tener ningún rastro; al no encontrar nada, subió al cerro de Quillacas, para ver desde lo alto si podía divisar su ganado. Allí se encontró con un anciano sentado en una peña y a él le comentó lo que le había pasado. El anciano le indicó el lugar exacto donde estaba el ganado.
El comerciante fue al lugar señalado por el anciano y encontró, para su sorpresa, a todo el ganado. Con la intención de agradecerle el favor, volvió al lugar donde lo había encontrado, pero no encontró al anciano, sino que se encontró con la imagen de Cristo Crucificado.
Posteriormente el comerciante argentino tuvo un sueño y acudió a un yatiri para que lo interpretara, quien le dijo, que el milagro que había presenciado debería sellarse con la construcción de un templo en forma de cruz.
Una tarea que realizó con los pobladores y la ayuda de un arquitecto peruano, construyendo el Santuario Internacional dedicado al Cristo de Quillacas.
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