Es un hito de gran significancia para quienes cada 21 de junio siguen practicando este rito milenario heredado de los ancestros, como la Comunidad Aborigen Maymaras presidida por Don Dionicio Calizaya; la cual trata de reivindicar y fortalecer el legado de una identidad cultural.
El Inti Raymi es una ceremonia andina ancestral que marca el solsticio de invierno y el inicio de un Nuevo Año Andino, y que está enraizada entre las comunidades originarias de gran parte de Latinoamérica, como la Comunidad Aborigen Maymaras de la localidad de Maimará, provincia de Jujuy. Una ceremonia emparentada a la tradición agrícola de los pueblos originarios, fundamentada en el pensamiento de la cosmovisión andina intrínsecamente vinculado a los ciclos de la naturaleza. Tal cual lo refirió el Secretario de Cultura de la comunidad, Valentín Mora, quien explicó que “anteriormente nuestros antepasados indígenas se guiaban a través de las posiciones de la Luna y el Sol para poder cosechar y tener su siembra”.
Un ritual milenario que ha sido reconocido durante este año por la Asamblea Permanente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la cual aprobó por unanimidad la propuesta de Bolivia de reconocer cada 21 de junio como el Día Internacional de Celebración del Solsticio, en sus diferentes manifestaciones. El documento de la ONU también “reconoce que muchos pueblos indígenas, pertenecientes a civilizaciones que datan de la antigüedad, han demostrado comprender a lo largo de la historia que la simbiosis entre los seres humanos y naturaleza promueve una relación mutuamente beneficiosa”. Una aprobación que le atribuye a esta ceremonia una declaración de Patrimonio cultural de las tradiciones centenarias fortaleciendo los vínculos entre los pueblos y sus integrantes.
Ese grado de importancia es la que le otorga la Comunidad Aborigen Maymaras a esta ceremonia, cuyos integrantes comenzaron con los preparativos de la misma en las vísperas del 21 de junio cuando el ocaso de la tarde del 20 de junio anunciaba la caída del sol. Don Dionicio Calizaya, presidente de una de las comisiones de la Comunidad Aborigen Maymaras, comentó que, para comenzar la ceremonia, “primero esperamos a los hermanos que traigan las cosas para compartir”, una costumbre que también forma parte de esta celebración. El compartir dijo es “una colaboración de todos los hermanos de la comunidad que están unidos más que nada, y están para que la comunidad crezca y queremos que esto se haga realidad, como dicen todos los hermanos, de que sea una sola comunidad”. Sobre esta situación señaló que “tenemos problemas de tres hermanos en esta comunidad que presentan su comisión”, aclarando que “nosotros no estamos en contra de ellos, pero nosotros estamos haciendo todas las ceremonias como corresponde, por eso estamos presentes para pasar la noche en espera de Tata Inti”.
Después de que todos los miembros de la comunidad llegaran, se dispusieron a conformar el “círculo sagrado” -hecho con piedras, dejando una pequeña abertura, que es la puerta de la Casa del Abuelo Fuego- que es por donde se depositan las ofrendas. Posteriormente “a las seis de la tarde”, comenzaron a “prender el fuego antes de que pierda el sol, antes de que se pose en los cerros porque así es esta ceremonia”, indicó Don Calizaya. De esta manera, con los leños encendidos cobraba vida el Abuelo Fuego, vínculo de conexión y de cobijo entre quienes participan y principal protagonista de esta ceremonia durante la extensa noche.
Un vínculo que como referenció Valentín Mora tiene que ver con la “cosmovisión andina”, dentro de la cual “nosotros tenemos varios abuelos y cada abuelo tiene diferente función. Hoy nosotros vamos a esperar al Tata Inti, y el Abuelo Fuego a través de su sabiduría nos ilumina y nos acompaña toda la noche porque esta noche es la más larga de todo el año. Como esta ceremonia es la más larga por eso necesitamos tener ese fulgor y ese ánimo que nos da para estar siempre unidos como comunidad”.
Una unión que es un reflejo del pensamiento que ellos tienen, porque como dijo Valentín, “Comunidad quiere decir trabajar en conjunto y siempre estar apoyándose uno al otro”, es por eso que, en todas las ceremonias, “siempre lo que hacemos es un compartir y lo hacemos entre todos los miembros poniendo cada uno su grano de arena para que todo salga bien y poder compartir entre todos”. Justamente para esa noche todos los integrantes de la comisión presidida por Don Dionicio Calizaya de la Comunidad Aborigen Maymaras, se organizaron para preparar un guiso de trigo, anchi y sopa para compartir durante el transcurso de la noche. Un compartir que sirve de nexo, no solo de “unión” sino también de “familiarización” entre todos los que comparten el círculo alrededor del Abuelo Fuego. A quien se le realizan ofrendas, las que se le brindan, porque es “quien en esta noche que es la más larga nos acompaña”. Además, Valentín Mora explicó que la ceremonia “es algo similar a la de la Pachamama, pero acá no se le ofrenda comida (elaboradas)”, sino que “al Abuelo Fuego se le hace una ofrenda de cosas dulces como caramelos, chocolates, pochoclos, galletas, además de chicha, licores, vino, quinoa, azúcar, coca y cigarrillos”.
La ceremonia de las ofrendas al Abuelo Fuego comenzó a la medianoche y estuvo a cargo de Valentín Mora, Secretario de Cultura de la comunidad, quien ha participado de “todas las ceremonias que siempre se han hecho desde los ocho años”. Él se dirigió a todos los presentes y argumentó que esta ceremonia también tiene un sentido de “dualidad” (hombre-mujer), por lo cual todos los integrantes se conformaron en parejas, para, de rodillas, arrojar las ofrendas al corazón ardiente del Abuelo Fuego. Valentín comentó que las ofrendas son “compartir lo que a veces nosotros más tenemos y ofrendar al Abuelo Fuego todo lo que nosotros tenemos y lo mejor que podamos ofrendar”, resaltando que ese accionar es “como una retribución de todo lo que la Tierra nos da”. Agregó también que generalmente en las ceremonias se “agradece”, y que las “peticiones” que se hacen son, “por las tierras y por el buen vivir de cada persona de la comunidad, para sus animales, su hacienda, su casita, su comida y por la unidad comunitaria”.
Destacó el acompañamiento de los abuelos en esta noche, señalando que son los “Apus” que permanentemente brindan su “conocimiento y sabiduría a la comunidad”. Rescató la “participación de los niños y jóvenes”, asintiendo que “tenemos que empezar a formar a los niños y a los jóvenes en lo que es nuestra identidad cultural, sobre todo, nuestros orígenes y raíces”, señalando que “es importante hacer partícipes a los niños y a la juventud, para que ellos también lleven este conocimiento, para que después en ellos quede y puedan también transmitir esto”.
La noche transcurrió lenta pero amenizada por las charlas y por la música ejecutada por algunos integrantes de la comunidad. Y ya cuando el albor del día se hizo presente, todos alrededor de los últimos leños encendidos esperaban ansiosos la llegada de Tata Inti, quien a las nueve de la mañana se elevó de entre los cerros destellando sus primeros rayos sobre Maimará. Fue el momento en el cual los miembros de la Comunidad Aborigen Maymaras, presidida por Don Calizaya, elevaron sus manos para conectarse, agradecer y renovar las esperanzas con el Tata Inti en el comienzo de un Nuevo Año Andino.
Fueron algunos minutos que permanecieron con las manos alzadas hacia el cielo en dirección al este, para luego, agradecerse y culminar en un abrazo fraterno entre todos por haber compartido, una de las ceremonias que forma parte importante del legado ancestral y de la identidad cultural de los pueblos originarios andinos.
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