Paseo del Buen Pastor, del oscurantismo del pasado al esplendor del presente

Ubicado en pleno corazón del barrio Nueva Córdoba, sobre la Avenida Hipólito Yrigoyen es hoy un espacio de encuentro y recreación, pero también de memoria, ya que guarda reminiscencias lóbregas de aquella época fatídica de la historia argentina ocurrida antes y durante la última dictadura militar cuando el penal sirvió de centro de reclusión de presas políticas.

La historia del Buen Pastor comienza a gestarse en torno a un grupo de religiosas francesas pertenecientes a la congregación “Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor de Angers”, quienes, allá por 1888, establecen el Taller de la Sagrada Familia destinado a albergar y brindar educación a niñas de bajos recursos y huérfanas. Por esta tarea comunitaria el gobierno provincial decide donar en 1896 el solar en donde se emplazaría el Buen Pastor, planificado en sus orígenes como una cárcel de mujeres, y delega a las religiosas la atención y dirección de las reclusas. El proyecto se culmina en el año 1906 y dentro del mismo complejo funcionaba no solo la Cárcel Correccional de Mujeres y de menores, sino además el Colegio Práctico de Sirvientas, y la Residencia de la Congregación de religiosas. En el centro del predio se ubicó la Capilla neogótica de planta en forma de cruz griega con cuatro alas iguales, una tipología que simboliza el universo y los cuatro puntos cardinales; y que continúa siendo un ícono arquitectónico dentro del complejo.

En cuanto al penal, el mismo funcionó como tal durante casi un siglo, siendo clausurado para tal función en el año 1970 debido a, que, ya para entonces era inadecuada para ese cometido. Sin embargo, antes y durante la época de la última dictadura militar, fue utilizado como un centro de detención clandestino de mujeres arrestadas por razones políticas. En 1975, un año antes del golpe de estado, la provincia ya se encontraba bajo la intervención del brigadier Raúl Lacabanne. El panorama socio-político del país era crítico, Argentina claudicaba ante una economía desgastada y una inflación descontrolada, y transitaba uno de los periodos más sangrientos de su historia protagonizado por los Montoneros y las Fuerzas Armadas, en ese contexto el Buen Pastor fue testigo de una fuga de reclusas sin precedentes para la historia de Córdoba. El 24 de mayo de ese año, como un preludio a la conmemoración del Día de la Patria, 26 presas políticas buscaron su libertad.

La fuga había sido meticulosamente planificada, no solo desde su interior, sino que contaba con el apoyo externo de militantes peronistas y familiares de las reclusas.

El plan internamente era conocido solo por cuatro reclusas del penal, las cuales guardan rigurosamente el secreto hasta ese 24 de mayo, cuando se lo comunican a las demás presas bajo la premisa de que cada una decidiera fugarse o quedarse. El punto elegido como canal de escape a la libertad fue uno de los ventanales del sector de la cocina que daba a la calle Buenos Aires. La hora para la fuga ya había sido señalada, sería alrededor de las 20, momento en el cual se producía el cambio de guardia en otro sector del penal lo que garantizaba que en ese horario no habría muchos guardias alrededor del punto de escape. También desde afuera contarían con la ayuda de militantes y familiares que se encontraban en el exterior de la cárcel, quienes serían el foco de distracción arrojando bombas de estruendo y cortando las calles por una militante camuflada como agente de tránsito, para entretener a los policías y facilitar el escape.

Esa noche además en la Iglesia de Los Capuchinos se celebraban casamientos y dentro del penal las presas a esa hora hacían sonar los acordes del cuarteto, ya que como era sábado tenían permitido ese momento de distracción. El escenario ya estaba dado para que la fuga resultara favorable, con el bullicio alegre dentro del penal y el tumulto provocado por los militantes en la calle, la distracción se extendió a los guardias que no se percataron de lo que estaba ocurriendo. Un camión arrancaba las rejas del ventanal, que hasta ese momento separaba a las presas de la libertad, una a una fueron arrojándose al techo del camión y luego a la caja del mismo, para posteriormente saltar al piso y correr como nunca hasta los autos que se encontraban en los alrededores del penal para huir raudamente hacia un lugar seguro.

La convicción que determinó que esas mujeres se fugaran fue la de, “seguir militando”, y “no permitir que nos mataran acá adentro solo por pensar distinto”, tal cual lo aseveró Cristina Salvarezza, a pesar de que, en esa época ser militante fuera “jugarse la vida”, como bien lo describió Silvia Tubis.

De aquellas 26 presas políticas que se fugaron esa noche del 24 de mayo de 1975, algunas se exiliaron, otras fueron apresadas nuevamente y 9 de ellas fueron asesinadas y desaparecidas.

Las últimas ocupantes registradas fueron tres mujeres encarceladas por cuestiones políticas, quienes abandonaron el edificio en 1977. El espacio aún guarda como símbolo de memoria, testigos inertes de aquella época fatídica de aquel proceso militar que ensombreció la historia argentina, como la puerta de entrada al penal, que se encuentra en una vereda lateral del predio. También en las columnas que dan a un espacio abierto en donde se congregan los jóvenes pueden verse testimonios que relatan ese pasado oscuro del lugar.              

Una historia que contrasta con el presente del Buen Pastor transformado actualmente en un complejo cultural, recreativo y gastronómico-comercial, que comenzó a diagramarse en el 2002, cuando el Gobierno de la provincia anunció la presentación de un proyecto para la refuncionalización de los 10.000 metros cuadrados que ocupaba el predio. La obra que tuvo un presupuesto de 5 millones de U$D se inició en el 2005 y fue supervisada por la Agencia Córdoba Cultura y llevada a cabo por la Dirección Provincial de Arquitectura. La reforma del predio comenzó con la demolición de los 6400 metros cuadrados que ocupaban los pabellones de la ex cárcel que se encontraban, para entonces, en muy mal estado edilicio y en donde en su lugar se edificaron los actuales locales comerciales.

Solo quedo en pie la antigua capilla, la cual tuvo un proceso de restauración, conservándose su valioso patrimonio arquitectónico y resguardando el acervo cultural de pinturas murales y cuadros de prestigiosos artistas como Emilio Caraffa que engalanan su interior.

Inaugurado como un ambiente recreativo, cultural y turístico el 4 de agosto del año 2007, cuenta con una galería comercial, restaurantes, bares, tiendas y una fuente de aguas danzantes, que, por la sincronización de la música y la iluminación, exhibe un espectáculo singular dentro de la ciudad de Córdoba que despierta la admiración de los visitantes. Además, en uno de sus costados se encuentran dos estatuas de dos íconos de la música representativa de Córdoba que trascendieron fronteras como Carlos “La Mona” Giménez y Rodrigo.

En el ámbito cultural el Paseo incluye un centro de exposiciones y una sala de eventos, en las cuáles se desarrolla una nutrida agenda de actividades como conciertos, muestras de pinturas, esculturas y fotografías, presentaciones de libros, obras de teatro, visitas guiadas y show de títeres, entre otras.

El Paseo del Buen Pastor se ha transformado en un espacio abierto recreativo para todos, sobre todo para los jóvenes, quienes a diario concurren al lugar a tomar mates en los bancos o en los espacios verdes. De la misma manera, es un punto ideal para encontrarse a comer o tomar algo en alguno de los locales gastronómicos de los que dispone este multiespacio. Por esto desde su inauguración se ha convertido en el lugar de encuentro de uno de los barrios emblemáticos de la historia de la ciudad de Córdoba.

Arquitectónicamente las modernas líneas que distinguen al renovado predio transformado en el Paseo del Buen Pastor contrastan con la arquitectura neo gótica que destacan a la Iglesia de Los Capuchinos que se ubica al frente.

Por todo lo expuesto, el Paseo del Buen Pastor es uno de los sitios imperdibles a la hora de una visita por la ciudad de Córdoba.

 

 

 

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