Tras 43 años de realización el Festival del Bandoneón que se lleva a cabo en la localidad de Tumbaya, provincia de Jujuy, sigue siendo un espacio de encuentros, nostalgias y solidaridad. Un festival que fue originado por las necesidades de una escuelita rural y que aún hoy conserva la esencia de su origen.
En una época cuando se debía pasar el invierno por la crisis económica de la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional en Tumbaya Grande, en la escuelita N° 377 “El Porvenir”, por una necesidad de generar dinero para cubrir los costos de elementos de limpieza y de higiene personal para un puñado de alumnos, un maestro ideó un festival que concentre a todos los bandoneonistas de la Quebrada de Humahuaca. “Esto es lo más genuino que yo conocí en mi vida. Lo más puro, por eso quería que esté el creador de este encuentro; el maestro Ismael Vilte de Tunalito, papá de Cholo Vilte, un gran personaje” añoró Tomás Lipán visiblemente emocionado luego de bajar del escenario de la 43° edición del Festival del Bandoneón.
“A los niños les enseñaba a sembrar de la misma manera que enseñaba una letra»
“Hay una vivencia, una cosa grabada en mi mente y en el corazón; el salón de la escuelita con piso de tierra, paredes de adobe, ahí donde Ismael Vilte daba clases a los alumnos” recordó el cantor que valoró las actividades del maestro que “a los niños les enseñaba a sembrar habas, arvejas, tomates, cultivar la tierra, poner una semilla de la misma manera que enseñaba una letra, una palabra, una oración, el lenguaje, las matemáticas, la historia. Vilte era un maestro múltiple” afirmó.
En aquellas épocas la ausencia de energía eléctrica en las escuelas rurales era un común denominador, pero no fue un impedimento para el Encuentro de quienes en el tiempo se han transformado en los máximos exponentes de la música del folklore nacional en toda la región. “En las primeras ediciones del festival no había luz eléctrica. Solo había un farol para todos. Ismael prendía el horno, hacía el asado, alguna maestra le ayudaba. Era una cosa muy de familia. Yo me sentía feliz. Ningún bandoneonista cobraba nada. Era hermoso” aseguró Tomás, quien no se olvida de sus raíces ni de quienes de cierta manera fueron sus maestros; “Heriberto Vilte de Purmamarca, Benancio Puca de Tunalito, Lino Arjona de Volcán, Damaso Cruz de Tumbaya Grande, Asunción Benencia de Maimará. Los cinco se subían a una mesa y tocaban su bandoneón. Yo me agregaba a ellos. Como no me voy a acordar de un tiempo feliz” sentenció el hermano del poeta Domingo Ríos.
El origen del festival fue para generar recursos para el Albergue de la Escuela
En el fondo sonaban los acordes de la Zamba 7 de abril, que a más de uno le hacía trizas el corazón y es un tema que conmueve. Ismael Vilte mirando la distancia recordó; “yo soy él de la idea, después los maestros han apoyado. El origen del festival fue para generar recursos para el Albergue de la Escuela que contaba con 50 alumnos en forma permanente y por aquel entonces la matrícula era de 80 estudiantes que asistían a clases de lunes a viernes. De los 50 albergados, entre 16 y 20 tenían albergue completo, es decir se quedaban los sábados y domingos. En esos tiempos no habían partidas presupuestarias para el albergue completo, solamente para las jornadas completas de lunes a viernes”.
«entre Volcán y Maimará había 14 bandoneonistas»
“Necesitábamos para comprar pasta dental, jabones para lavar la ropa y para higienizar el cuerpo. Entonces hacíamos festivales y peñas en Tumbaya y Volcán para recaudar fondos hasta que me di cuenta de que entre Volcán y Maimará había 14 bandoneonistas; entre ellos Lino Arjona, Damián López, y Santos Arjona de Volcán, Dámaso Cruz de Tumbaya, de Purmamarca estaban Severo Ortíz, Heriberto Vilte, Tomás Ríos, se llamaba así Tomás Lipán antes de ser un artista consagrado, y mi hermano Mariano Vilte, que se defendía con algunas piezas, y Asunción Benencia de Maimará, ese hombre tocaba música litoraleña, que preciosura. Después fueron falleciendo, el primero fue Don Heriberto Vilte, entonces el festival comenzó a llevar su nombre” relató.
«No teníamos micrófono»
“La fiesta durante diez años se realizó en el comedor de la escuela, era piso de tierra y como no teníamos electricidad nos iluminábamos con una lámpara Petromax a kerosen y luego a gas. Yo me pasaba toda la noche bombeando y regulando para que no falle la luz. No teníamos micrófono. Después se incorporó el sonido. Como era chiquito el ambiente, bastaba con la lámpara. Bailaba la gente y las bandejas pasaban por arriba de la cabeza de los bailarines. Las dos aulas que están al costado tenían una pared al frente, esa pared la he sacado y el salón quedó más grande. El escenario estaba al medio del salón, de una esquina de un aula hasta la otra esquina, es decir era amplio” describió el maestro con precisión, como si no hubiera pasado tanto tiempo.
“Más tarde nos pusimos de acuerdo con la Comisión Municipal de Tumbaya de hacer un salón más grande. El municipio nos ayudó mucho cuando estaba don Florencio Cruz como comisionado, después llegó un tal Peñaloza y el Hugo Mamaní. La construcción tuvo una demora de casi diez años. Las cabriolas son del barrio Norte, eran del Centro Vecinal. Hicimos los baños y ahí nomás trajimos las cabriolas. Como ya estaban hecho las paredes, las cabriolas resultaron un poco grande. El piso lo hemos puesto con Música y Esperanza, ese programa nos ayudó con dólares, entonces hemos comprado los materiales para el piso, las chapas, las alfajías y las ventanas” continuó relatando.
“Una vez que teníamos el salón tuvimos que contratar el grupo electrógeno, que tenía un costo muy alto. La tarifa era doble porque se hacía el sábado y el domingo. Salíamos empatado con los gastos. Quién llevaba una camionada de bebida era don Palacios de Tilcara. Él estaba en todos los festivales, no quedaba nada. En esa época nos quedábamos guitarreando hasta el otro día del festival. Nos quedábamos junto a Tomás Lipán y su hermano Domingo Ríos. Eran momentos muy agradables” aseguró Vilte, el director de la escuela en la década del 80. Una época brillante por la generación de muchos de los festivales que en la actualidad tienen un gran auge.
“Desde hace 43 años el festival de Tumbaya Grande es una cita infaltable para todo músico que toque el bandoneón. En esta edición estuvieron presentes Tomás Lipán, El Bagual, Jorge Bustamante, el Bandoneón de la Posta y los hermanitos Quiquiza” dijo Roberto Lamas, quién estuvo al frente de la organización, señalando el escenario por donde pasaron en ediciones pasadas Máximo Gregorio Puma, Yayo Burgos y Daniel Vedia, entre otros tantos bandoneonistas que dejaron su impronta.
El Festival del Bandoneón desde siempre comienza al mediodía “cuando comenzamos con la venta de comidas. La verdad que estuvo muy lindo porque esta festividad es muy familiar. En esta ocasión hemos recibido la colaboración de la Comisión Municipal de Tumbaya, de la Asociación de padres que siempre está presente, los maestros, los directivos y de gente que todos los años nos colabora para que el festival salga adelante” afirmó añadiendo que “la recaudación es en beneficio de la escuela N° 377. Nosotros la empleamos para la compra de comida, elementos de limpieza, mantenimiento del edificio escolar y en este caso para el proyecto de construcción de un invernadero. Nos dieron para el material, pero no para la mano de obra. Toda la recaudación es para el beneficio de la escuela” finalizó Lamas, presidente de la Asociación de padres.
Llegó la noche y muchos de los que habían llegado antes del mediodía emprendieron el retorno a sus lugares de origen. El salón se fue vaciando de a poco, la música aún entusiasmaba. Ya no alumbra la luz de un farol, el piso no es de tierra, todo ha cambiado, no así los acordes que se expanden desde el fuelle del instrumento protagonista del festival con la misma potencia de las voces de sus ejecutantes. La noche afuera es muy oscura, muy fuerte como los recuerdos que se mantienen intactos a pesar del tiempo.
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