Distante a unos 80 kilómetros de la capital jujeña se encuentra Maimará, un lugar privilegiado naturalmente que está circundado por un paisaje esplendoroso, donde el cerro Paleta del Pintor, que le sirve de complemento visual, cautiva y enamora la vista con la policromía de sus laderas. Esta postal panorámica tan magnífica se puede observar desde el cementerio que está ubicado en el sector Norte de acceso al pueblo. Pero no muy lejos de allí, puede encontrarse otra particular y colosal perspectiva de la naturaleza que contrasta con la anterior.
Un lugar agreste, oculto, que encierra una singularidad de la naturaleza, la cual no deslumbra por ser colorida, sino por ser un imponente escenario tan majestuosamente moldeado por la erosión pluvial y eólica que los lugareños acertadamente lo llaman el Puente Natural.
Para llegar al mismo se accede a través de un camino que se encuentra a pocos metros de la Cooperativa Cauqueva, muy cerca de la rotonda de acceso al pueblo y que está señalizado por un cartel. El camino se encuentra en buenas condiciones y está demarcado por huellas de automóviles y pisadas tanto de turistas como de gente local que habitualmente transita por la zona.
El terreno presenta una muy leve pendiente que no resulta una dificultad, por lo que esta caminata puede hacerse con el grupo familiar. En el primer tramo de recorrido, todo teñido de ocre, solo pueden observarse dos pequeñas formaciones arcillosas de un color marrón claro al costado del sendero que rompen con la monotonía del paisaje, uno de ellos identificado como el Mirador natural La Loma.
En el comienzo de ese trayecto también está presente la flora autóctona del lugar, con algunos cardones que aún resisten el paso del tiempo y la mano depredadora del hombre. Algunos de ellos testifican el método de estrangulamiento mediante alambres que utilizaban para terminar con su ciclo natural de vida, en aquellos días en que los turistas pagaban por llevarse un tesoro tan representativo de la flora y del paisaje de la Quebrada.
En ese ecosistema conviven además siguairos, cacalas, el característico molle chato (que crece extendiéndose hacia los costados y es de escasa altura), el infaltable churqui entrelazado a las espinas o quipus, como les dicen en la zona, siendo estas últimas la especie predominante por la cantidad existente.
También la presencia de la fauna en el lugar está marcada por las pequeñas aves que durante el amanecer y en el ocaso de la tarde revolotean de un lado a otro en la inmensidad de esa quebrada. Algunas pequeñas cuevas en la superficie del suelo y en algunas laderas hacen presumir la presencia de otros animales autóctonos, en su mayoría roedores, como el “chojchori” o ratón de cola larga, cuises y liebres campestres.
A un kilómetro de camino el paisaje comienza a mostrar las primeras imágenes fascinantes, ya que, sobre el costado derecho del camino a pocos metros del mismo, se erige una cadena de cerros de arcilla de distintas tonalidades de ocre. En los que puede notarse la constante erosión de las fuertes lluvias de la época estival, las que han provocado grandes y profundos surcos y hasta algunas pequeñas cuevas y cuyas cúspides terminan en punta.
Continuando por el camino al final de esos cerros se gira a la derecha, a unos doscientos metros, mirando al poniente puede verse otra curiosidad dentro de ese paisaje, ya que, sobre la cúspide de un cerro, a uno de sus lados se encuentra un cardón suspendido sobre el filo, unido a la ladera solamente por su raíz, como oponiendo resistencia a su final y al centro de gravedad.
En ese punto al costado derecho un cartel nos indica el camino al Puente Natural, es donde el sendero se vuelve más estrecho y se une con el surco que las aguas de las lluvias demarcan cada verano. A solo unos pocos metros se yergue sobre el margen izquierdo una inmensa figura de tierra y piedra con forma humana, asemejándose a la apariencia de un tótem protector de toda esa solitaria inmensidad.
Solo a unos pocos pasos existe una escalera de tierra y piedras, al final de la misma, girando a la izquierda se encuentra la magnificencia del Puente Natural. Una erosión geológica magistralmente moldeada por la erosión pluvial y eólica, conformada por capas de arcilla con otras de arenilla, cientos de piedras pequeñas, y otras de gran tamaño. Sus imponentes dimensiones provoca admiración, de un extremo al otro mide aproximadamente unos seis metros aproximadamente y una altura de alrededor de 10 metros, o tal vez más, que, al observarlo detenidamente, surge el interrogante de su inercia a través del tiempo, ya que, algunas de sus capas formativas están constituidas por diminutas piedras que sugieren cierta fragilidad. Pero esta conformación geomorfológica no ha sucumbido a los temblores que en alguna oportunidad se produjeron en la región, dando muestra de su grandiosidad y su firmeza.
Es un ámbito natural que deslumbra no solo por el colosal tamaño del Puente Natural sino también por el entorno de cerros que lo rodean como una muralla protectora y que forman a solo unos metros un circuito de laberintos.
Un circuito que comienza apenas a dos metros del Puente Natural tomando el camino de la izquierda, y que de a poco nos lleva sin darnos cuenta a una trepada de casi unos trescientos metros con respecto a la enorme estructura cincelada por la naturaleza, y en el cual el clima también va transformándose de a poco. El sendero es muy dificultoso y muestra los vestigios que ha dejado grabado el agua, con una senda plagada de piedras de distintos tamaños; que en su primera parte es bastante amplio, amplitud que se va perdiendo a medida que se avanza, volviéndose cada vez más estrecho al final.
De a poco el sendero también va tornándose más complicado, con saltos esculpidos por el agua de alrededor de un metro, en los cuales la única manera de sortearlos es agarrándose con los dedos de las paredes del cerro y de algunas piedras que emergen, casi completamente, de las mismas. Acción que hay hacerla con sumo cuidado, ante un posible desprendimiento, ya que la consistencia de esas laderas son un tanto frágiles.
Adentrarse en este camino es ir sumergiéndose a un ámbito en donde la temperatura va descendiendo, el sol va perdiendo protagonismo, y el silencio y la sensación de soledad se van adueñando de ese espacio. Un camino serpenteante que lleva a un destino nombrado por los lugareños como La Salamanca, un sitio cargado de misticismo, donde, según cuentan algunos, antiguamente curacas, yatiris y brujos realizaban rituales. Tal vez esto, sumado a la estrechez y al frío del camino en su última parte y la sensación de que en algún momento puede desprenderse alguna de las piedras -que en lo alto a gran distancia parecen estar suspendidas en el aire-; lo hacen un lugar sombrío, lúgubre y hasta tenebroso para los más susceptibles. La Salamanca es también el punto por donde durante la época estival se filtra el agua de lluvia que recorre esos laberintos desembocando en el Puente Natural para luego diseminarse por la quebrada circundante.
Toda esta majestuosidad de un paisaje moldeado por el agua y el viento se complementa con el diáfano cielo azul y el canto de las pequeñas aves, que de tanto en tanto, quebrantan el silencio del lugar, convirtiendo al Puente Natural en un escenario para conectarse con la naturaleza viva. Por lo cual es un circuito turístico oculto, que vale la pena descubrir.
Recomendaciones
- Calzado cómodo y adecuado para caminatas por sendero pedregoso.
- Gorra o sombrero.
- Protector solar.
- Un par de barbijos de repuesto por si se debe reemplazar el que se está usando.
- 1 litro de agua por persona (en envase individual intransferible).
Los Laberintos
*Transportar bastones para utilizar como punto de apoyo en la escalada.
Puente Natural
GRADO DE DIFICULTAD: Media
GRADO DE DIFICULTAD: Alta
Ambas caminatas es recomendable hacerlas con guías especializados de la localidad. CANTIDAD DE PERSONAS: de 2 a 4 por guía (de acuerdo a Protocolo COVID-19)
DURACIÓN (EN TIEMPO Y EN KILÓMETROS) de 3 horas / 3 Km (solo Puente Natural) 4 horas y 30 minutos (con Los Laberintos).
RESERVAS: Oficina de Turismo de la Municipalidad de Maimará, calle Belgrano s/n.
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