Quienes fallecieron regresan para dejar fecundidad y fertilidad. Son ellas las que interceden para que las lluvias y los frutos sean abundantes. La muerte no es la terminación de la vida, sino que significa la culminación de un ciclo y el inicio de otro.
En Bolivia la fiesta de Todos los Santos es un encuentro y diálogo entre los vivos con los muertos, una fecha que se toma como una convivencia natural y de cohesión entre los que aún permanecen con vida y las almas a las que se espera para compartir.
Esa espera se hace con comidas, bebidas y música como un recordatorio de los fallecidos y sus gustos, porque quienes regresan son abuelos, madres, padres, hijos, tíos, madrinas y amigos.
Desde el mediodía del 1 hasta el mediodía del 2 de noviembre las personas en sus casas y en los cementerios entablan un diálogo con sus seres queridos que fallecieron, porque ellos sienten que están presentes, no de forma corpórea, pero si en esencia. Según los investigadores existe una comunión entre vivos y muertos en tres planos centrales: el Alax Pacha (mundo del cielo), el Kay Pacha (mundo terrenal) y el Uku Pacha (inframundo o mundo de lo desconocido). Dentro de esa religiosidad andina existen los Achachilas, los Mallkus y los Amautas, quienes son los que dan la bienvenida a los Ajayus (almas) que vienen a compartir con los vivos.
Las mesas de ofrendas están llenas de comidas, en donde se destacan las tantawawas (panes en forma de personas que tienen una máscara y representan a los difuntos), además de escaleras, soles, lunas, frutas, dulces y muchas bebidas; que representan un verdadero banquete para las almas que llegan a compartir una sola vez al año con sus familiares y que deben partir contentas para seguir protegiendo y ayudando a sus familias. En algunos casos estas mesas rituales se arman de tres pisos para representar los tres mundos latentes en las culturas originarias.
Existen muchos detalles en el armado de las mesas como, por ejemplo, las ofrendas que se colocan no deben tener rajaduras, ruptura o parches, deben ser las mejores porque son para los seres queridos. En este sentido se tiene mucho cuidado con los panes que tienen figuras de llamas o caballos (los que están representados no solo por la figura sino también con una pequeña mascarilla) porque si éstos estuvieran rajados o quebrados; harían sufrir al alma en el camino de retorno al cielo, ya que estas figuras simbolizan el medio de transporte del alma y de las ofrendas que la misma se lleva.
En la mesa también colocan cañas que son para que las almas las utilicen de apoyo durante su larga caminata y para calmar la sed, mientras que las flores de cebollas, son para que a los espíritus no les falte agua en su trayecto de regreso al cielo. En la parte más alta de la mesa depositan una escalera elaborada en masa, la misma es para que el alma baje a la tierra y suba al cielo en su retorno. Cada elemento que forma parte de la mesa tiene un significado, tiene una razón de ser, transmitida por los abuelos, como las flores que sirven para ahuyentar los malos espíritus y las maldiciones, las velas que iluminan el camino de regreso al cielo y los bizcochuelos que son las representaciones de los ataúdes de las almas; su textura esponjosa es para que descansen mejor.
Otros de los detalles que tienen en cuenta es que las ofrendas deben ser levantadas y repartidas por personas mayores que no sean familiares del difunto, por la creencia de que, si lo fueren, el alma podría encariñarse y terminar llevándose a alguien de la familia.
Luego van al cementerio a hacer rezar con bolsas cargadas de ofrendas, delante de la tumba arman una pequeña mesa con tantawawas y otros panes, alimentos que son para los rezadores, además de comidas que son para compartir con familiares y amistades. A las tumbas las adornan con flores, prenden velas y les depositan diminutas botellitas de gaseosas, singani, licor, cerveza, hojas de coca y cigarrillos. A algunas les colocan pequeños juguetes simbolizando de esta manera que en ese lugar descansa el alma de un niño o niña, mientras que las tumbas de aquellos difuntos que en vida han sido músicos les depositan algún instrumento musical en miniatura.
Los rezadores durante esta jornada transitan de un lado a otro del cementerio, para elevar sus plegarias en español, quechua y aymara, a favor del difunto y recibir su paga con ofrendas, luego de decir «Que sean recibidas las oraciones». Los rezadores son los mediadores entre la vida y la muerte, entregando al momento de rezar sus más firmes convicciones de que sus plegarias otorgarán al alma la paz que necesita para su descanso. Al final de la jornada se pueden ver a los rezadores cargando sobre sus hombros enormes bolsas repletas de pan.
En este día además se conjugan el negro luto de la vestimenta de los dolientes con la música, brindada también como ofrenda para las almas y ejecutada por bandas y músicos que se llegan hasta los cementerios a ofrecer sus servicios mediante la paga de una considerable suma de dinero.
Mientras que en los pequeños espacios verdes del cementerio sentados en el suelo, familiares y amigos de algún difunto comparten la comida que llevaron para este día. Ya cuando las puertas del cementerio se cierran y los guardias piden el desalojo del mismo, algunos continúan esperando que alguien se acerque a rezar ante la tumba de su ser querido, otros siguen compartiendo.
Es una fecha que se vive con mucha intensidad desde los preparativos hasta lo emocional. Emociones que se ven reflejadas en rostros y miradas que denotan por una parte la tristeza de que este día especial culmine y por otra la satisfacción de haber recibido a las almas con lo mejor que disponían. El Día de Todos Santos como lo denominan en Bolivia es mucho más que una conmemoración religiosa, es un vínculo espiritual entre los vivos y los muertos y que marca esa cohesión intangible entre los tres mundos.
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