Fundada en 1997, fue la primera banda a nivel provincial conformada solamente por mujeres. Precursora además en la inserción de la mujer en ese universo de músicos peregrinos, que hasta ese entonces pertenecía solo a los hombres. Su creación marcó un hecho histórico, fue un antes y un después en la conformación de las Bandas de Sikuris.
Corría 1997, año en el cual Carina y Zulema Giménez, dos innovadoras, empezaron a reclutar chicas para conformar una banda integrada en su totalidad por mujeres. Algo que en esa época era impensado ya que, hasta ese momento, “la mujer no era protagonista del mundo de las Bandas de Sikuris”, tal cual lo expuso Julia Ábalos, una de las primeras integrantes. Hasta ese entonces el rol de la mujer era el de “acompañante, era la que llevaba al hijo o el botiquín”, un elemento que para las bandas en esos años era muy importante, puesto que, “era como tener una enfermera al lado”. Pero a pesar de eso, su lugar seguía relegado porque “era formar atrás, al último, pasaba toda la banda y al último venían las mujeres con el botiquín, hasta ahí llegaba la mujer”, rememoró Julia y agregó que “yo subía también al cerro, pero ese mundo no lo conocía, porque iba como una peregrina, iba a la cuestión religiosa y volvía, porque ese mundo estaba fuera de nosotras, fuera de nuestro alcance”. Las que más se acercaban a ese “mundo, solamente de los hombres” por aquel entonces, eran las mujeres que portaban el cartel de la banda, que era, “lo máximo a lo que podíamos aspirar en ese momento”, como bien lo expresó, Amancay Gaspar, otra integrante de aquel puñado de pioneras. Además, recordó un pasaje de su niñez relacionado a las bandas describiendo que “mi mamá trabajaba en el cerro para la Virgen, en el Abra de Punta Corral, hasta el último año antes de la pandemia recibía a todas las bandas y me llevaba desde muy chiquita. Yo me paraba al lado de ella a ver como entraban las bandas, ella se amanecía recibiendo a todas las bandas y yo conocía a todas las bandas de hombres y mi pensamiento era, en ese momento, –¡Cómo no haber nacido hombre para tocar en una banda! -”. Un pensamiento que se reflejaba en un sentimiento porque como expresó “me emocionaba ver entrar los hombres, me emocionaba las palabras que mi mamá decía a esas bandas, como las bandas pedían a viva voz a la Virgen y al Cristo de la Quebrada. Realmente era algo muy emotivo y yo decía ¿por qué nosotras no podemos?”.
Tal vez ese mismo sentimiento fue el que impulsó a Carina y Zulema Giménez, para empezar a ser parte de ese mundo, siendo protagonistas en una Banda de Sikuris. Es así, que por las radios de Tilcara corrieron la voz de que estaban “reclutando chicas” para conformar una banda, de esta manera se acercaron, por ejemplo, Amancay Gaspar, que escuchó “en una FM, que era la Pirkas, que estaban reclutando chicas para tocar sikus”. Lo mismo pasó con Violeta Gutiérrez, quien se enteró “por la radio Municipal de acá”, lo que, para ella, “fue sorprendente porque yo recién había venido del Norte y me vine a vivir acá a Tilcara y entonces me llamó la atención el tema del sikus y otra que era devota de la Virgen”. Algunas fueron invitadas personalmente tal como pasó con Julia Ábalos, quien, en una oportunidad, “iba por la calle y me habla Carina y me dice, – ¿No querés participar en una Banda de Sikuris de mujeres? Porque nos estamos juntando- y le dije – ¡Ah, bueno!, listo y salió así”.
Así se fue formando la banda que comenzó en aquel entonces con 22 jovencitas, las que, en su mayoría, contaban con apenas 17 años. De aquel puñado de pioneras además de las fundadoras Karina y Zulema Giménez, también formaron parte, por ejemplo, Marisa Montoya, doña Juliana Montoya, su hija Natalia Martínez, Amancay Gaspar, Julia Ábalos, Violeta Gutiérrez, Adriana Alancay, Mabel Pérez, Dalmira Gutiérrez, Angélica Paredes, Karina y Mónica Gregorio, Gloria Gutiérrez, Alcira Mamaní, y Malvina Poclaba. Pero muchas, no pudieron ser parte, ya que, “algunas chicas querían, pero las madres le dijeron que no, que ¿cómo podían estar con todos esos hombres ahí arriba?”, indicó Julia y acotó que “en mi caso yo le agradezco a mi madre, que ya va a llegar a sus 70 años, que ella dijo que sí”.
Ya estaba conformada la banda, pero faltaba nombrarla, algo que no fue fácil ya que como indicó Julia, “no sabíamos que nombre ponerle”, pero, “entre que practicábamos, una noche Natalia Martínez tuvo un sueño con la Virgen y nos contó, y dijimos, -Por algo será el sueño-, porque acá no estaba la Virgen de Fátima, entonces dijimos -Bueno, nos quedamos con su nombre-, y por eso la banda se llama Nuestra Señora de Fátima”, argumentó.
Aprender a tocar el sikus fue algo “emocionante”, referenció Violeta ya que “no sabía tocar y ahí empecé a tocar el sikus”, lo mismo le pasó a Julia que recuerda que “fue la primera vez que toqué un sikus y eso que soy tilcareña, llegué a mi casa y le dije a mi mamá –¡Sé tocar sikus!-”, seguramente con la misma emoción que aún la embarga al recordarlo.
Los ensayos, recuerda Violeta, se dieron “en barrio Usina en la casa de Carina”, allí, quienes les enseñaron a tocar el sikus fueron, “los hermanos, los maridos de las chicas, por ejemplo, estaba el marido de Carina, quien ya participaba en una banda, el hermano de la Keka, entre otros”, comentó Amancay. Una situación que se daba sencillamente porque como agregó Julia, “dentro de cada familia había un sikurero, pero era hombre”. Además, como acotó Violeta en aquellos años, “estaba muy marcada la diferencia entre varón y mujer y con nosotras es como que se rompió un poco la jerarquía y ahí fue todo igualitario, la mujer empezó a hacer algo que no hacía antes, tocar el sikus”. En este sentido Amancay también explicó, que, dentro de esa “música comunitaria, el sikus y todos los instrumentos de viento los tocaba el hombre porque se decía que el sikus es femenino, y que hay una dualidad entre eso”. Un concepto que en la actualidad ha cambiado ya que ahora, “el hombre cree que la dualidad no solamente trata de lo femenino y lo masculino, trata de una cultura en la que realmente nos ayudamos, somos compañeros, uno no hace nada sin el otro”, apuntó Amancay.
En ese momento, destacó Amancay Gaspar, “no lo hicimos por una cuestión de incorporar a la mujer en el sikus, éramos nosotras dentro de ese mundo, era la banda”. Además de que, “después de la salida nuestra hubo un antes y un después de la mujer en el sikus”, resaltó Julia, ya que después, “surgieron las bandas mixtas”, reafirmó Amancay. Este antecedente generó que, en los años posteriores, “se animaran otras chicas a salir y armar otras bandas de mujeres”, muchas de ellas como destacó Julia, “fueron integrantes de nuestra banda”. Algo que para la banda fue positivo ya que significaba que la “apertura” ya estaba hecha. Dicha apertura no solo abarcó a Tilcara, sino que trascendió a otros pueblos de la Quebrada, como, por ejemplo, Purmamarca, Humahuaca, Maimará y Tumbaya. Y que significó que actualmente existan alrededor de 13 Bandas de Sikuris de mujeres, pero además a partir de ahí, las mujeres pudieron ingresar a las bandas conformadas por hombres como un sikurero más. Fue una transformación significativa en ese universo de hombres, que hizo que “ahora una pueda ir a una banda de hombres y decir, -Yo toco el sikus, ¿puedo tocar con ustedes? y van a decir –Sí, vení-”, destacó Amancay. “Ahora es la madre misma que lleva a la nenita para que ella vaya asimilando ese mundo de la Banda de Sikuris”, señaló Julia también.
Tampoco en sus parámetros estaba el pensar que esta hazaña, provocaría un “revuelo” en ese entonces, porque como aseguró Julia Ábalos, “hubo celos de los hombres, celos en el pueblo y de algunas bandas también. Porque decían, – ¿qué van a hacer estas mujeres allá? -, también era como algo malo porque íbamos a ir, no sé, cómo a provocar a los hombres. Pero fue todo distinto porque allá en el cerro las bandas de hombres fueron muy respetuosos. Fueron pocas las bandas que nos rechazaban, muchas nos apoyaron”. Por su parte, Amancay aportó que “nosotras agradecemos a la Banda de Escalinata porque nunca nos hizo de menos, en realidad, siempre que pasábamos tocaban más fuerte en esas retretas que se hacen con las bandas, era, cómo, -Tienen que tocar como nosotros-, nosotras tocábamos despacito en aquel momento, pero nos sirvió para hacernos más fuertes todavía”.
Banda de Sikuris, la música comunitaria que refleja sentimientos y emociones
Para las integrantes de la Banda de Sikuris Nuestra Señora de Fátima la música que ellas tocan es una demostración de “sentimientos”, como lo referenció Amancay Gaspar, asegurando que en “nuestra música nosotras podemos contar mil historias cuando tocamos, uno tiene en los Sikuris, por ejemplo, las adoraciones, cuando uno quiere expresar respeto y dolor, están las dianas, cuando se quiere expresar alegría, tanto es así que no hace falta que nosotras digamos como estamos, con simplemente ya tocar unas notas ya lo estamos expresando, si estamos alegres, tristes o estamos acompañando porque a través de la música nosotras demostramos nuestros sentimientos”. Un sentimiento en donde prima, como subrayó Violeta, “el respeto, la devoción”. “La Banda de Sikuris no es solamente un grupo donde uno sale y toca, sino que es la familia de uno, porque se comparten muchas emociones”, asintió Amancay, es por eso que, “cuando se pierde algún familiar de una integrante acompañamos con la banda”, agregó Julia. Y acotó que “nosotras no salimos a folklorizar el sikus en algún escenario, nosotras tocamos para acompañar a traer el Santito o la Virgencita de algún lugar, compartir una Semana Santa y tocar el sikus para la Virgen, todavía el sentimiento de todas es de que acompañamos en la cuestión religiosa, es la esencia y todavía la mantenemos”. Es por eso que, para Amancay, las Bandas de Sikuris son “mucho más que una expresión cultural”, un concepto que se basa como afirmó Julia, en que “el sikus, es la esencia del Sikuri”.
La primera peregrinación, la prueba de fuego para la Banda
Aquella primera peregrinación fue todo un desafío, porque se había generado mucha expectativa en torno a la Banda de Sikuris Nuestra Señora de Fátima, “era una intriga total porque todo el mundo esperaba que toquen las mujeres, que suban, que hagan arriba la retreta, muchos por ver que hacíamos y otros porque les emocionó de verdad ver a las mujeres que por primera vez estemos tocando, más en una Banda de Sikuris”, apuntó Violeta Gutiérrez.
“Era gracioso, porque había hombres que decían, -Pero biológicamente nosotros tocamos fuerte, el sikus, el bombo-, así decían, y comentaban – ¿Estas mujeres que quieren hacer? Ya las vamos a ver si van a poder alzar el bombo-”, recordó Julia. Un comentario que generó mayor expectativa entre todas las bandas, más aún en el cerro, en donde, como rememoró Amancay “fue la única vez en toda la historia que las bandas se callaron en la misa de las bandas para escuchar a otra banda que éramos nosotras, las mujeres, nunca más se produjo eso”. Al respecto Julia continuó recordando que ese día, “el Padre dijo, -Hay una banda de mujeres, le vamos a dar el lugar para que puedan tocar-, y fue así, se hizo un silencio y nosotras empezamos con una sola matraquita”, y posteriormente, “sonaron los platillos y comenzaron los sikus y de repente en un momento, nos empezamos a mirar y estábamos muy emocionadas, estábamos llorando porque realmente fue como el respeto que nos dieron las bandas, fue como la confirmación de decirnos, -Ustedes son de esto también, son Sikuris-. Fue como sentirnos uno más”, completó Amancay sobre aquel suceso que las marcó para siempre.
También en esa primera peregrinación hubo otra anécdota relacionada a una costumbre que caracterizaba a las bandas en aquella época, la de tirar la bomba de estruendo, lo que se hacía, cuando salían, en cada relevo y al llegar al Abra de Punta Corral. Para lo cual se llevaba el mortero, que pesaba “horrores” porque era de hierro puro. Para las integrantes de la Banda Nuestra Señora de Fátima, era una costumbre fundamental, en ese entonces, del mundo de las Bandas de Sikuris. Pero como una burla del destino, habían recibido como donación un mortero en el que no entraba la bomba. Por lo cual no les quedó más remedio que solicitarles ayuda a los hombres, los que les decían, “-Sí, como no-, pero cuando le entregábamos el mortero nos decían, -No, este no va- y nos dejaban con la bomba sin tirar”, comentó Amancay. Cansadas de no poder salir del primer calvario decidieron hacer un Ta, Te Ti, un sorteo para ver cuál de las integrantes sería la encargada de tirar la bomba. La infortunada ganadora fue Zulema Giménez, una de las fundadoras, “todas le dábamos el aliento, diciéndole, -Dale Zulema, vos podés, vos podés-, y Zulema nos decía, – ¡No! ¡Son unas malas! -, en ese momento encendimos la bomba y le decíamos – ¡Tenela, tenela!, y de repente con la bomba ya encendida, Zulema la tira a un costado y suena la bomba y así pudimos salir”, recuerda Amancay. Desde ese día Zulema fue la encargada de tirar la bomba, pero con el tiempo le empezó a dar miedo, fue cuando decidieron “robar bombas”. Una estrategia que les sirvió una vez cuando, “estábamos entrando al Abra de Punta Corral, nos formamos, hicimos como que le cedíamos el paso a la banda de atrás, y cuando tiraron la bomba ellos, automáticamente la matraca de nosotras empezó a girar y empezamos a tocar y todos preguntaban –¿Quién llegó? La Banda de Fátima de mujeres-. Quedó como que era nuestra bomba, y los de la otra banda, gritaban -¡No! ¡Es nuestra bomba, es nuestra bomba!-«, contó entre risas Amancay.
A partir de ahí la banda comenzó a trascender ya que recibieron invitaciones a peregrinaciones de otros puntos de la provincia, “la Banda de Sikuris Los Rosos nos llevaban adonde iban, ellos nos llevaban a todas partes con todo pago, una vez nos llevaron a Libertador General San Martín, ahí fuimos como banda y nos atendieron como reinas” comentó Violeta. También “empezamos a participar en otro ambiente, nos fuimos a la Virgencita de Sixilera, a Cuchillaco”, acotó Julia. “Siempre nos invitan otras bandas, algunas son familiares de las integrantes, así que nos llevan a la Puna, Ledesma, y nosotros vemos quien nos ayuda con el tema de los viajes, pero siempre hacen lo posible con tal de que vayamos”, puntualizó Violeta.
Esa trascendencia también se reflejó en el crecimiento del número de integrantes, con mujeres que se sumaron de otros lugares como San Salvador de Jujuy, y hasta de otras provincias como Buenos Aires. Mujeres que “vinieron a buscar a las chicas, y nos dijeron si podían participar, y les dijimos que sí, porque la banda está abierta a todas las mujeres que quieran participar”, manifestó Julia.
De esta forma, la banda Nuestra Señora de Fátima, que comenzó con apenas 22 jovencitas que fueron las que marcaron el camino, actualmente cuenta con 70 integrantes, sinónimo de que, aquel cambio que propiciaron hace 25 años continúa fortaleciéndose.
- Raro
- Asqueroso
- Divertido
- Interesante
- Emotivo
- Increible