Virgen de Copacabana: la superposición del catolicismo a un culto andino

Desde épocas prehispánicas las peregrinaciones por parte de comunidades originarias de América a lugares sagrados ubicados en las montañas para adorar a sus divinidades fueron fundamentales dentro de la actividad cultural de aquellas sociedades milenarias. En Jujuy en la actualidad esas manifestaciones de espiritualidad son la continuidad cultural y religiosa en la transición entre el pasado andino y el orden cristiano.

La imagen de la Virgen de Copacabana de Bolivia originalmente fue la de la Candelaria, y posteriormente fue simplemente identificada con el lugar donde se le rendiría culto. La misma fue labrada en 1583 por Francisco Tito Yupanqui, un indio humilde que luego de empeñosos esfuerzos, aunados a los de su cacique Alonso Viracocha Inga, logró convencer a las autoridades eclesiásticas de la viabilidad de establecer una cofradía en Copacabana y de la idoneidad de su escultura. Un dato a tener en cuenta, ya que no solo es un indígena peruano el autor material de la imagen, sino que el lugar elegido para su aposentamiento tiene una importancia simbólica fundamental en la historia andina desde tiempos preincaicos.

El culto a la Virgen de Copacabana se inició en 1583 en la época virreinal, en el pueblo de Copacabana a más de 3.800 metros sobre el nivel del mar -a 139 km de la ciudad de La Paz- donde la península de Copacabana se adentra en el lago Titicaca, lugar que corresponde a Bolivia, acercándose a las islas del Sol y de la Luna, antiguos lugares sagrados para los Aymaras e Incas.

Tanto el Fray Ramos Gavilán como la investigadora e historiadora boliviana Teresa Gisbert, respectivamente, definen a Copacabana, por una parte, como el lugar donde se ve la “piedra sagrada”, la cual se la describe como a un ídolo con rostro humano sin cuerpo ni extremidades, y por otra está representado por una divinidad bajo el aspecto de una pez-mujer.

La celebración de la Virgen de Copacabana coincide con la política general de transformación identificatoria tan inherente al proceso de dominación de la colonización. Por eso, qué mejor que la superposición arquitectónica y simbólica en un lugar tan sagrado y venerado por la población originaria, en donde se practicaba el culto al Sol y en donde en la isla homónima se erigió uno de los adoratorios más importantes de los rituales andinos. De esta manera se intentaba mostrar la superioridad de la fe cristiana y el paralelismo de un programa alternativo de sincretismo, propias de las prácticas de evangelización de algunas órdenes religiosas desde su llegada al Nuevo Mundo; en donde se buscaba suplantar o asemejar los ídolos o divinidades del culto andino con imágenes religiosas.

El ascenso hacia el santuario a orillas del Lago Titicaca en su accidentado ámbito geográfico, suponía para algunos historiadores, un símbolo de la purificación espiritual que los pastores irían experimentando, a través del esfuerzo y sacrificio de la escalada, acentuada al aproximarse a la imagen divina; en una postura ideológica de acercamiento al conocimiento de la verdadera fe.

Desde tiempos prehispánicos dentro de las sociedades originarias existían peregrinaciones a lugares sagrados de adoración a sus divinidades, que en muchos de los casos estaban ubicados en las cumbres de las montañas. Allí en ese contexto de actividad cultural vinculada a la ritualidad, se movilizaban y participaban diferentes comunidades. Esto para algunos investigadores podría suponer que las peregrinaciones actuales a una determinada imagen religiosa en un determinado lugar, es una superposición a los cultos prehispánicos de la idolatría de los pueblos originarios.

Actualmente algunas celebraciones que se realizan -en gran parte de Latinoamérica- en torno a una imagen religiosa del culto católico, están enmarcadas por los cánones litúrgicos, propios del catolicismo, novena, misa y procesión. Pero también confluyen en ese mismo ámbito de celebración otras formas de honrar a esa imagen, determinadas por la cultura originaria del lugar, como ser la danza de los cuartos, la música de las Bandas de Sikuris que acompaña la procesión, son de cierta manera expresiones culturales que sobrevivieron al intento de supresión por parte de los conquistadores. En ese contexto de asimilación la representación de la Virgen de Copacabana de Bolivia conserva parte de la cultura originaria en su imagen, ya que en la parte superior y a sus pies aparecen el sol y la luna.

El nombre exacto de la Virgen era «Copacaguanas», nombre que surge del homónimo del pueblo, que en lenguaje quéchua significa «miradero de la piedra sagrada», allí comienza entonces la celebración a Nuestra Señora de Copacabana, que es dentro de la orden religiosa una advocación a la Virgen María que conserva el nombre de la deidad indoamericana.

La presencia de la Virgen de Copacabana y la difusión de sus milagros en la población local otorgó continuidad cultural y religiosa en la transición entre el pasado andino y el orden cristiano, permitiendo la permanencia con nuevos significados de la sacralidad existente en el lago Titicaca.

Ya que Copacabana era considerado una “huaca”, es decir un lugar y un elemento de adoración vinculado con ritos pre-incaicos e incluso aymaras practicados por los uru, y que tenían relación con las diosas lacustres.

Historia de la Virgen de Copacabana de Punta Corral (Jujuy)

Lejos de aquellas tierras bolivianas, y ya en tierras jujeñas, se inscribe desde hace más de cien años, otra historia de devoción y milagros asociados a la Virgen de Copacabana.

La aparición de la imagen de la Virgen de Punta Corral, data del año 1917, en su historia se relata que a Pablo Méndez -quien se encontraba en los pastizales del Abra Estancia Vieja- se le apareció una señora de una reluciente cabellera blanca, que le pidió antes de esfumarse- que al otro día volviera a buscarla-. Al contar lo sucedido a sus vecinos y familiares, algunos se rieron, otros dijeron que “solo se había tratado de un sueño”, pero Roque Jacinto Torres le aconsejó que volviera al día siguiente, y así lo hizo. Pero la Señora no apareció, y en el lugar en donde había sucedido la aparición encontró una pequeña, blanca y extraña piedrita que le recordó la imagen de la Virgen de Copacabana.

Méndez regresó a su casa llevando consigo la figura pétrea, y muy pronto la noticia de su hallazgo se diseminó por distintos lugares y muchos campesinos llegaron a Punta Corral para orar ante la «piedra» con figura de Virgen. Posteriormente la trasladan a la iglesia de Tumbaya, desde donde desaparece, y es encontrada nuevamente por Méndez en el mismo sitio donde la había encontrado la primera vez. Esto hizo suponer que la Virgen les mostraba su deseo de permanecer en aquellas solitarias y silenciosas alturas de Punta Corral. Por esta razón levantaron un pequeño santuario en aquella localidad en donde desde hace años es venerada.

La devoción dividida

Durante muchos años las procesiones que se realizaron de la Virgen de Copacabana desde su santuario de Punta Corral tuvo dos destinos, Tilcara y Tumbaya, que se iban intercalando año tras año. Pero en 1970 comienzan las controversias entre ambas localidades, y es cuando, en aquel momento, el cuarto esclavo, Alberto Méndez dispone que la Virgen baje solamente a Tumbaya; y pone a disposición de su pueblo natal, la imagen sagrada, por considerarse «el único dueño y depositario de las tradiciones heredadas de sus antepasados».

Esta determinación motivó que los devotos de Tilcara se resistieran a dejar de hacer la peregrinación como lo venían haciendo desde hace años. Es por eso que, por un período de dos años, continuaron peregrinando hacia el Abra de Punta Corral con una imagen de la Virgen de Copacabana que les fuera prestada.

Con el tiempo y con mucho esfuerzo propio los feligreses consiguieron todos los materiales necesarios para levantar una nueva capilla en la zona de Punta Corral en terrenos pertenecientes a la jurisdicción de Tilcara. Mucha gente se movilizó y colaboró con los materiales de construcción y la mano de obra hasta que se levantó la capilla en el Abra de Punta Corral. Además, se le encargó al artista plástico tucumano Edmundo Villareal, una imagen para esta nueva capilla y fue así que desde aquel momento y en esa nueva capilla se encuentra otra imagen de la Virgen.

Es por eso que a partir de aquella “división” se comenzaron a hacer dos peregrinaciones, una hacia Punta Corral, en la cual los feligreses para el Domingo de Ramos acompañan el descenso de la Virgen de Copacabana desde su santuario enmarcado entre los cerros hasta Tumbaya. Y otra hacia el Abra de Punta Corral, que se realiza días antes del Miércoles Santo, día en el que los fieles descienden con la imagen de la Virgen hacia la ciudad de Tilcara.

 La peregrinación: multitud de personas, Bandas de Sikuris, y devoción infinita    

No todos los que participan actualmente de las peregrinaciones lo hacen en función de su religiosidad, ya que también hay quienes van con un interés turístico o comercial.

Tanto la de Tumbaya como la de Tilcara son peregrinaciones multitudinarias, acompañadas, en el primero de los casos por algunas Bandas de Sikuris, mientras que, en el segundo, el acompañamiento de los sikureros también reviste un marco multitudinario.

Las Bandas de Sikuris cumplen un rol protagónico dentro de esta festividad, ya que concurren desde distintos puntos de la Quebrada de Humahuaca y hasta de la provincia para participar de esta masiva expresión de Fe.  Subir al cerro siendo un sikuri tiene un sentido especial, porque cada resoplido que se transforma en sonido es como un rezo que se ejecuta con el alma, igual que cada retumbe del bombo o cada repique del redoblante, es como la ofrenda musical que cada sikurero le brinda a la Virgen. Son demostraciones de verdadera Fe, aún más cuando llegan al templo, donde surgen las expresiones emotivas, de rostros cansados cubiertos por lágrimas, allí se nota que llegar tocando para la Virgen, encierra para ellos un valor muy profundo que no puede explicarse con palabras.

También los peregrinos le dan un marco especial a la peregrinación, porque en muchos casos ese vínculo permanente entre los peregrinos y la Virgen se da por toda una vida. Hay historias de mujeres, que, aun estando embarazadas, subieron al cerro acompañando a la Virgen hasta su santuario y que hoy a pesar de ser adultas mayores lo continúan haciendo acompañadas de aquel hijo que por aquel entonces llevaban en su vientre. Y así se tejen cientos de historias, niños y niñas que antes acompañaban a sus padres y que hoy suben al cerro acompañados de sus hijos.

Tanta Fe y devoción demostrada por los devotos es un vínculo intangible del ser humano con lo inmaculado, porque la Mamita del Cerro representa la esperanza y el consuelo para los peregrinos, y es un estímulo vivo y permanente para los creyentes.

Es por eso que las peregrinaciones de la Virgen de Copacabana, son una vivencia que va más allá de todo análisis, porque todo peregrino para subir al cerro pide permiso a la Pachamama, y pide también a Dios, a la Virgen y a la Pachamama que lo cuiden en su peregrinar, reflejando esa unión de lo religioso con lo andino, que se da naturalmente.

Gracias por calificar! Ahora puedes decirle al mundo como se siente a traves de los medios sociales.
Lo que acabo de ver es..
  • Raro
  • Asqueroso
  • Divertido
  • Interesante
  • Emotivo
  • Increible

DEJANOS TU COMENTARIO: